Gabel Daniel Sotil García
Bien sabemos que el tiempo institucional es el que menos se evidencia en nuestra experiencia interna. Sin embargo, es el factor más importante para medir los avances y dificultades que vamos experimentando, a condición de hacerlo escenario para el análisis, la reflexión y las propuestas. Cuando lo dejamos que discurra diluido en el espacio, nos lleva con él.
Un ejercicio en este sentido es el que deseamos hacer con ocasión de este nuevo aniversario de nuestra Facultad.
¿Por dónde comenzar?
Felizmente, tenemos diversos puntos de acceso que nos han de llevar a aquello que deseamos: expresar nuestros puntos de vista acerca de algunos de los aspectos más importantes de su dinámica.
Por cierto que, sin ser el único, uno de ellos es el relativo a nuestra direccionalidad institucional, acerca de la cual, considero, no le hemos dado ninguna preeminencia.
¿Hacia dónde vamos, en la formación de nuestros estudiantes, teniendo en cuenta nuestra ubicación en la región más grande del Perú, con una contundente vocación forestal, con una prodigiosa etnodiversidad, con una insoslayable ruralidad, con una dinámica socioecológicocultural con características propias, con una dotación demográfica mayormente adaptada a sus características, con una imponente ruralidad?
¿Hacia dónde vamos en nuestro proceso formativo de profesionales, en el marco de una despectiva ignorancia de su ser tanto en el ámbito nacional como regional; con un proceso de depredación de sus recursos, lento pero indetenible; con una incoherente administración de dichos recursos, tanto materiales como inmateriales, que se expresa en una deficiente gestión social de los mismos, que hace que prefiramos venderlos antes que transformarlos para darles valor agregado y una mayor rentabilidad social?
En este sentido, no podemos dejar de expresar nuestra disconformidad dado que, hasta el momento, no tenemos mayores evidencias de que hayamos hecho una profunda reflexión para incorporar dichos elementos como factores determinantes de las decisiones relacionadas con el quehacer de nuestra Facultad. Con la formación de los futuros profesionales del magisterio.
La tónica prevalente en estos 56 años de funcionamiento, ha sido la de diseñar el proceso formativo de nuestros profesionales en concomitancia con las normas que nos vienen, a través de múltiples vías, desde la sede central del sistema educativo peruano, que nos ha dado suficientes y contundentes evidencias de no tomar en cuenta, para nada, nuestra presencia, nuestras realidades, necesidades, problemas, aspiraciones sociales, etc.
Es decir, lo que hemos sido, lo que somos y queremos ser regionalmente no ha tenido ninguna importancia en el momento de elaborar nuestra propuesta formativa de los futuros docentes para nuestra región. Como si realmente no existiéramos.
Hemos pensado en función a los parámetros fijados por dicha sede central y no en función a nuestra realidad regional, a sabiendas que tenemos características, condiciones propias y diferenciales, sustentos más que suficientes para elaborar todo un proyecto de desarrollo autógeno, sustentable, participativo e intercultural, si bien integrante de nuestra nacionalidad peruana, pero con la necesaria pertinencia regional.
Entonces, cabe que nos preguntemos: ¿para qué formamos a nuestros futuros maestros?
Una respuesta fácil sería: para mantener en acción el servicio educativo.
Y, en verdad, es eso lo que venimos haciendo: formar maestros para mantener el servicio educativo, tal y como es diseñado muy lejos de acá. Muy lejos de nuestra realidad, muy ajenas a nuestras necesidades, muy contradictorio a nuestras aspiraciones sociales, al ser regional, a nuestra cosmovisión holística, a nuestra esencia existencial.
Podríamos decir, con certeza, que estamos formando profesionales para satisfacer las necesidades de imposición del sistema central. Para consolidar al centralismo.
Para consolidar el rol homogeneizante de la educación, al servicio de la imposición cultural e ideológica mestiza en nuestro país.
La heterogeneización cultural, a cuya consolidación deberíamos contribuir desde la praxis educativa sobre la base del fortalecimiento de la actual diversidad cultural; la profundización de nuestra forestalidad, racionalmente administrada; la prodigiosa abundancia de aguas fluviales; los innúmeros núcleos demográficos rurales, cuyas formas de vida deberíamos estudiar y aprovechar con miras a fortalecer su presencia en los espacios amazónicos, no nos merecen casi ninguna atención.
Incluso, dejamos de lado la trascendente importancia que los bosques vienen adquiriendo a nivel planetario por los efectos del calentamiento global y el cambio climático consecuente. Razón por la cual los seguimos talando irracionalmente frente a la mirada complaciente de las autoridades judiciales, políticas y administrativas.
Huelga, entonces, decir que requerimos de una profunda reingeniería de nuestro proceso de formación de nuestros estudiantes. De lo contrario, seguiremos haciendo de la educación el mayor instrumento de depredación de nuestra Amazonía y el más eficaz impedimento para mejorar sus condiciones de vida.
Si bien es verdad que la estructura del sistema no permitiría modificaciones que lo alteren, sin embargo, nuestra propuesta es que incorporemos, al universo de contenidos formativos de nuestros estudiantes de formación magisterial, un amplio y sólido espectro de componentes de nuestra realidad pasada y presente, que cubra todas las dimensiones de la formación integral, para ejercer un magisterio de real significatividad para nuestra región.
¡Feliz 56° Aniversario, Facultad de Ciencias de la Educación y Humanidades!