Como todas las protestas que hace el pueblo a través de sus instituciones, nunca tienen una respuesta inmediata de parte del gobierno, sin resultados.
Las acostumbradas medidas de ensuciar las calles con basura regada en grandes cantidades, propiciando una total contaminación ambiental en la ciudad, la quema de llantas de igual manera con su asfixiante humareda, el regar clavos para pinchar las llantas de las motocicletas y carros que por necesidad tienen que transportarse obligadamente así haya paro, deslucen el comportamiento ancestral del loretano.
El paro, justo por los reclamos planteados en su plataforma de lucha, también va en contra de otros intereses. De las personas que viven del diario vendiendo en mercados y calles, de los empresarios que han tenido que cerrar sus establecimientos por el temor de ser asaltados por los malandrines y que han privado a la población de su abastecimiento de productos para el hogar.
La paralización de las actividades en pro de medidas en favor del pueblo, justo en días previos a las fiestas patrias tiene otros bemoles como que va contra la economía de las empresas que por mandato de la ley, tienen que pagar a su personal, la bonificación respectiva por el aniversario nacional.
Un día de paralización afecta de manera definitiva a todos quienes vivimos en esta isla llamada Iquitos. La capital de la región Loreto es una isla, totalmente desconectada del resto del país. Una jornada de paro solo puede afectarnos solo a nosotros y a nadie más, a diferencia de otros pueblos que sí están conectados con el Perú de la costa y la sierra.
En Loreto, nuestros líderes, sean sindicales, populares o de gobierno, deben pensar en otro tipo de medidas que sí afecten a Lima, que hagan sentir su peso en sectores muy sensibles, que nos hagan merecedores de la atención del gobierno central a nuestros reclamos, justos e irrenunciables como que con todo derecho por ser peruanos, hacemos.
El tiempo de la llanta quemada, la basura regada y de las tachuelas en la pista debe pasar al olvido.