Por: Fernando Herman Moberg Tobies
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Desearía que la forma en la que vivimos fuese diferente, menos agotador, cargamos tantas emociones reprimidas por mantenernos aun luchando, que olvidamos la esencia pura que recorre nuestro origen.
Es interesante lo estimulante que es caminar bajo el inmenso silencio de la selva, que abraza tus pensamientos y tranquiliza las ansiedades que inquietan las pasiones. Si te unes a su ritmo, el tiempo realmente se disfruta, sin juzgar ni sentirte oprimido, solo estas ahí presente con defectos y virtudes, sintiendo el viento que te acaricia, que te da a comprender otras percepciones, se observa la paz convertida en belleza y equilibrio, árboles llenos de vida que soportan las crecientes, hojas de diferentes trajes verdes que dan sombra a otras especies sin cobrarles nada por su bondad, cada ser cumple su función, su propio ritmo, sin ser alterado, sin ser conducido, sin ser corrompido.
El rio ha salido de su curso, baña las faldas de las casonas de madera y techo de Irapay, el sol imponente brilla en el agua turbia , pero da visibilidad para ver a los peces nadando por debajo del puente que divide las dos casonas, el paisaje es mágico, acá el tiempo no te gasta, no te absorbe, te invita a ser parte de la realidad que te llama, a alejarte de un sistema que te vuelve automático y ciego, enfermo cíclico de conflictos psicológicos que nacen por problemas económicos que repercuten en las acciones y relaciones.
Los grillos y otros insectos amazónicos cantan inspirados, dan ritmo y movimiento al horizonte, la música es un portal al alma, NO con letras que provocan el sexo descontrolado, alejando al ser humano de la objetividad de su propio fin, la música es la unión de sonidos que sirven para activar recuerdos emotivos que deben generar actitudes positivas. Los pájaros vuelan confiados en sus destino, se los ve pasar al levantar la mirada, unidos, alegres entre las grandes nubes blancas que adornar el misterioso cielo, sin responsabilidades en el trabajo que no te permiten disfrutar de momentos con la familia y tu entono natural, quieres desconectarte pero sabes que tienes que cumplir, la madurez esta esquematizada y evocada a rendir de manera “correcta y productiva” en el sistema frio y artificial, sin espacios para intentar encajar en una conexión con la naturaleza que podría darnos muchas respuestas, ayudarnos a evolucionar, sin tener que pagar, solo con interiorizar, en tener que comprender quien eres.
Creo que las personas que viven en lugares alejados de la sociedad que se considera Superior, tienen más tranquilidad y menos frustración emocional, la ropa les sirve para cubrirse de los rayos solares, o del frio que puede causar enfermedad, pero no le ven como valor de presumir o aparentar superioridad, diferenciación; los temas de conversación no contienen negatividad, envidia o sentimientos escondidos, las charlas giran alrededor de las actividades que realizan: si hubo pescado, lo que hay en la chacra, si hubo algún cambio en el ambiente natural o con el río, no hay críticas que bajan el esfuerzo de quien intenta superarse a pesar de las deficiencias que pueda tener en su camino, no hay palabras que clavan a otros por la espalda para considerarse más dichosos de la conquistas de guerras ganadas de cualquier manera. Conocen más de cerca el amor que se refleja en el respeto del esfuerzo en conjunto y valoran la lealtad de la compañía, socialmente considerados sin clase, tienen convicciones inquebrantables que no se seduce fácilmente con dinero que crea el estatus y da “valor” al humano, y que para conseguirlo no nos importa volvernos infelices.