La visión de lo que sucedió y viene sucediendo en el país respecto a la vigencia de los partidos políticos nacionales, cuya debilidad se presenta in extrema, después de los comicios de octubre, viene creciendo cada vez más, permitiendo si así lo podemos decir, que se vislumbre una nueva tendencia política, sostenida por un sistema bipartidario que simplifique y proyecte una visión más clara de lo que es y significa la política en la vida de un país.
Partiendo de la reacción que han mostrado los otrora grandes partidos, al determinar que su fuerza es mínima al lado de movimientos regionales, la mayoría de los cuales superaron largamente la antigua fuerza de convocatoria, de los grandes partidos se precisa señalar que lograr reforzar la estructura partidaria de los partidos tradicionales, logrando alianzas con los movimientos regionales, sería tanto como un suicidio político regional ya que dichas fuerzas regionales irían disminuidas a un proceso, donde dejarían de ser cabezas de león para convertirse en colas de ratón.
Vistas así las cosas, nos permitimos considerar como una solución realista y serena, dar pase al sistema bipartidista, cuya forma de por sí amalgamaría en dos fuerzas nacionales todas las tendencias políticas según sus ideas, sentimientos y afinidades.
Debemos tener en cuenta que el bipartidismo es el resultado de la madurez cívica; y si se quiere la última etapa del recorrido político partidario de la ciudadanía que luego de alguna práctica y de experiencias, se polariza en corrientes partidarias definidas.
Ya es hora que la población peruana aprenda que la proliferación de los grupos mal llamados partidos, siendo sólo clubes de efímera vida, no son ni están aptos para tratar la vida y problemas de un país, pues al contrario lo que hacen es agravarlos.
Tengamos en cuenta una de las democracias más antiguas del mundo es la británica, donde la vida pública del país es regida por dos grandes partidos, el laborista y el conservador que gobiernan alternadamente respetuosos de su constitución no escrita, de sus leyes y de sus tradiciones. Cosa igual sucede en los Estados Unidos, donde los partidos demócrata y republicano se alternan en el gobierno, haciéndolo de tal manera que sus fuerzas gravitacionales hacen poco menos que imposible que pueda admitirse el multipartidismo; y mucho menos la presencia de grupos independientes, como sucede con nosotros, lo cual contribuye a desorientarnos en vez de ilustrarnos en el sagrado deber de elegir.