Rimbombantes y festivos, no la mayoría, sino todos los medios de comunicación nacional comunicaron al pueblo peruano la celebración de la firma del pacto ético que los líderes políticos que participarán en los comicios de octubre, acordaron cumplir en el desarrollo de sus proclamas y reclamos materializados en spots publicitarios que, según los términos del pacto ético, no contendrían anatemas ni zancadillas denostantes contra otros candidatos fuera de su lista o agrupación.
La ciudadanía respiró aliviada pues consideró que así los electores podrían nutrirse de nuevas formas del quehacer político, aunque por supuesto no faltaron quienes asistieron desconfiados a tal trámite, seguros de que dicho acto sería fracturado apenas aceptado por sus mentores.
A tales personajes los tildaron de pesimistas y agoreros, sin embargo el tiempo les dio la razón, pues apenas al siguiente día del compromiso, los comprometidos rompieron fuegos en una especie de pugna de todos contra todos, abjurando así de un compromiso que pudo ser cierto, si por lo menos hubieran conservado la calma en procura de cumplir un compromiso con semblante de promesa, ahora no cumplida.
Aquí se presenta un escenario truculento, donde los actores principales se burlaron del libreto elegante, sensato y civilizado; y en abierta vesania, digna de cerebros atrabiliarios se dieron a la tarea de utilizar dicterios y anatemas contra los candidatos que según algunas encuestadoras, aparentemente espontáneas, tiene mayor chance en su marcha hacia el sillón regional y la silla consistorial.
Sin duda la ciudadanía consciente se siente estafada, así como la prensa decente que imbuida de un espíritu democrático, se aventuró a creer y así como en el caso ciudadano sufrió un quiebre de sentimientos políticos que han herido sensiblemente a la clase política regional y local, pues desde que se dio la violación del pacto ético, ¿Quién creerá en las promesas de la mayoría de partiditos que pretenden gobernarnos?.