Al igual que la carretera Iquitos – Nauta, que durante 50 años fue el caballito de batalla de los políticos, que prometían su ejecución y una vez llegada su elección como parlamentarios se olvidaban totalmente de la obra prometida, pisoteando su palabra empeñada, así también, la construcción del teatro de Iquitos, se ha convertido en bandera electoral de los políticos que están en campaña, porque saben que este es uno de los más queridos anhelos de la población, contar con su teatro donde sus artistas irán a escenificar no solo las obras clásicas sino también ese teatro loretano pícaro, alegre, de humor ácido y picante.
A través del teatro se educa, se entretiene y se divierte. Vamos más porque es una vía por donde se puede educar a la gente, haciéndole ver a través de la representación teatral sus propias vivencias, el cómo el poder se aprovecha de sus necesidades y cómo debería reaccionar cuando se ve utilizado como si fuera un objeto que luego se le olvida en el camino.
Pero ahí surge la suspicacia. ¿Es conveniente hacer un teatro en Iquitos, sabiendo que este es un vehículo de cultura? ¿No es que hay que mantener al pueblo ignorante para que siga sirviendo a innobles propósitos? ¿En qué quedamos? ¿Lo hacemos y elevamos el nivel cultural de este pueblo o seguimos postergando este anhelo?
Cuidado que el pueblo ya no es el de antes. El tigre ha despertado. Y hay que tener cuidado con los ofrecimientos y las promesas electorales. Palabra empeñada debe ser palabra cumplida, aunque la palabra en política ha sido devaluada.
Ayer se ha celebrado el Día del Teatro y es por eso que en esta nota queremos resaltar la gran labor que desarrollan los grupos teatrales de nuestro medio, formado en su mayoría por jóvenes, que contra viento y marea promueven esta noble actividad.