Tercera edad

Una frase que se inmortaliza en una canción criolla dice “no hay primera sin segunda”, a lo que se podría añadir que “no hay tercera sin primera”. Es en alusión a que a medida que pasan los años y nos acercamos a la llamada “tercera edad”, muchos no lo queremos aceptar.
Existen diversas manifestaciones a esa nueva etapa de la vida, y en este escrito solamente nos queremos centrar en recordar que nuestra vida adulta mayor no tiene que ser una tragedia de sentimientos derroteros, sino seguir con proyectos acorde a las nuevas habilidades.
Que el caminar pausado sea una virtud de prudencia, que el pensar mejor antes de hablar sea actitud de sabios, que analizar el pasado para superar errores presentes sean actos de genialidad, que mantener viva la actitud del autocuidado, entre otras características que solo el paso de los años puede dar; hagan de nuestra vida adulta mayor el mejor placer existencial.
El permanente autocuidado y la actitud optimista, aceptándonos cómo vamos cambiando en el tiempo transcurrido, ver en cada arruga, en las líneas de expresión que no pasaron por gusto, que, si no nos fue bien, en esta etapa nos puede ir mejor en el marco de nuestras posibilidades.
La llamada tercera edad es una nueva oportunidad de valorar la vida desde otras perspectivas, y si nos dejamos avasallar por el autoabandono y la depresión, empezarán a surgir malestares impensables activados por nuestras emociones negativas.
Y si padecemos de alguna dolencia física o enfermedad que no nos permita movimientos deseados, esperamos que la familia, la sociedad y el Estado peruano en el marco de nuestros derechos constitucionales nos asista debidamente y con la dignidad que merecemos. Y si las fuerzas nos acompañan se debe tener en cuenta que estamos listos para el desarrollo de diversas actividades. La muerte puede estar cerca o lejos para cualquiera, de cualquier edad, mientras la bella vida, sigue.