Sin demanda no hay producción

Una pandemia que ha venido creciendo desde hace unos cien años es el consumo de drogas de forma ilegal, y ha crecido tanto que es una amenaza mundial que como un cáncer agresivo se ha metido en muchos estamentos de nuestras sociedades, a tal punto que se muestra invencible por complicidades mismo fenómeno de la corrupción en los fondos estatales.
Ya en el año 1971 el expresidente de Estados Unidos Richard Nixon, decía: “El problema (de la adicción a las drogas), ha asumido las dimensiones de una emergencia nacional … Si no podemos destruir la amenaza de las drogas en los Estados Unidos, entonces seguramente nos destruirá a nosotros. No estoy preparado para aceptar esta alternativa”.
Casi cinco décadas después, el expresidente Donald Trump, en el 2017 declaró: “Como estadounidenses, no podemos permitir que esto continúe. Es hora de liberar a nuestras comunidades de este flagelo de la adicción a las drogas. Nunca ha sido así. Podemos ser la generación que termine la epidemia de opioides. Podemos hacerlo”.
¿Y cómo hacerlo? Se han invertido a lo largo de muchos años miles de millones de dólares en esta lucha, no sólo EE.UU., también muchos países en el planeta como el nuestro que con lo poco que tiene y con el apoyo estadounidense seguimos como nadando contra la corriente.
Es que, al margen de los estudios, investigaciones, estrategias, presupuestos, tecnologías, colaboraciones y declaraciones decididas a acabar contra este mal social que nos afecta a millones, acá en Iquitos cuántos problemas por el consumo surgen en las familias de diferentes realidades económicas, por la adicción de alguno de sus miembros, muy triste y desesperante, y esto nos lleva a mirar que sin demanda no hay producción y viceversa.
Entonces, luego de leer varios informes sobre este muy grave problema social, pensamos que se debe atacar fuertemente la producción y el consumo, al mismo tiempo, para que la droga no nos destruya, y quizás podamos ser la generación que acabe con este mal. Pero, necesitamos coherencia en las políticas públicas, caso contrario personas tipo “zombis” (de las películas), se asemejarían a un futuro que para nada deseamos.