Silencio

Han pasado varios días desde que la comunidad loretana se enteró a través de fotos y versiones de pobladores de la zona de la línea de frontera en el Putumayo, de lo ocurrido con varios jóvenes soldados que están sirviendo a la patria y hasta el momento la institución militar no ha llamado a una conferencia de prensa, para conocer qué ha pasado realmente.
Se conoce que eran jóvenes que estaban decepcionados del servicio militar del Ejército y querían regresar a sus hogares, pero fueron regresados a la base de la zona, y se desconoce del paradero de dos soldados más, según versiones desde esa zona fronteriza.
Este tipo de situaciones han ocurrido en el pasado, donde por versiones de los jóvenes que se enrolan voluntariamente a servir a la patria, llega un momento que desean salir desesperadamente, hasta lloran, no aguantan más al parecer el maltrato físico y psicológico que ejercen ciertos suboficiales y oficiales a cargo de los muchachos.
Lo peor de todo es que llegan un momento, en que expresan a sus superiores su deseo de salir, de dejar el servicio militar, pero, no nada viable el trámite, es que darse de baja es complicado porque deben tener, por ejemplo, una enfermedad que les impida, al final se siguen quedando obligados e indignados, soportando lo que les hace sentir mal. Y es que también desertar trae consecuencias con la justicia militar hasta sanciones penales, pero hastiados no les importa y huyen.
Obviamente que llega un momento en que el soldado rompe su resistencia y escapa. Lo que pasó la semana pasada, escaparon, fueron ubicados, golpeados, y no se sabe cómo la estarán pasando ahora dentro de esa base fronteriza, y ninguna autoridad se ha pronunciado oficialmente sobre este nuevo caso. Ahora, en caso se portaron mal, acaso ¿es útil para el servicio seguir teniéndolos?, en lugar de dejarlos ir previo los trámites formales.
Aunque lo que salta a la vista es el maltrato a los soldados, y la hipocresía es enorme, estos jóvenes son en su mayoría loretanos descendientes de grupos étnicos Amazónicos, también de familias mestizas pobres y extremadamente pobres que no tienen influencia en los poderes políticos para que salgan en su defensa, tampoco recursos económicos para defenderse. Pero, cuando hablamos de nuestra cultura, del turismo, y afines, hasta estatuas de los ancestros están en la Prefectura, pero a nadie le importa que son hijos de nuestra tierra que vienen sufriendo abusos en nuestra cara. El silencio es escalofriante.