Vistos todos los problemas, acusaciones, desencuentros y enemistades que provoca la decisión de lograr un asiento en el Congreso de la República, queda a la vista un panorama que en realidad nos incita a escudriñar, cuántos ciudadanos se apuntarían para lograr su propósito de ubicarse en el ámbito congresal, en condición de fiscalizadores Ad Honorem, es decir sin sueldo y sólo con gastos de representación debidamente controlados.
Déjennos soñar siquiera un momento ante tal perspectiva, que sin duda merecerá el más rotundo rechazo de parte de quienes han visualizado un ingreso al congreso con el propósito de lograr durante cuatro años jugosos sueldos que, sin duda, sumados a los innumerables gastos operativos, escolaridad y remuneraciones por formar parte de ciertas comisiones, etc. llegarán a sumas nunca antes logradas desarrollando cualquier trabajo o tarea cotidiana fuera del Congreso.
Por supuesto que como acontece en todo acto laboral, existen las excepciones materializadas en algunos empresarios o profesionales que como ciudadanos comunes poseen cómoda situación económica y su adhesión al cuerpo congresal obedece a un sentimiento íntimo de servir, pero esos son los menos y curiosamente los que más trabajan por lograr beneficios para el pueblo que los eligió.
Continuado con el sueño, imaginemos a los vocingleros candidatos expertos en manifestaciones callejeras, cumpliendo labor congresal sin ningún estipendio, lo que innegablemente los llevaría a descomponer al estructura del ente fiscalizador, contagiado a su vez a otros de la misma ralea, manchando así todo un compendio de principios que agrupados en la majestad del Congreso podrían haber servido para mejorar la imagen en una entidad que nació para servir.
Pero despertemos y vivamos la realidad que tenemos a la vista, manifestada en candidatos acusados de corrupción, de evasión de impuestos, de actos reñidos con la moral, etc., etc. Y hagámonos a la idea de que en el próximo Congreso estarán sino todos, por lo menos la mayoría de ellos y los culpables seremos nosotros por no saber elegir. ¿A quién culpar?.





