El tema de la salud intercultural está siendo reconocido poco a poco para el bienestar de miles de personas no solamente de esta parte de la Amazonía, sino de todo el país, porque lo que están logrando los habitantes de los pueblos indígenas de las cinco cuencas es replicable a otras etnias de la costa y sierra.
Reconocer que existe una forma de tratamiento de las enfermedades recurriendo al conocimiento ancestral y registrarlo, y sistematizarlo, además de estudiarlo y perfeccionarlo, es reconocer que las medicinas científicas no han nacido en los laboratorios de fierro y cemento, sino se han originado en lo que la naturaleza nos brinda.
Esto se conoce de siempre, pero una cultura socialmente excluyente y de nula voluntad de reconocer el origen de la conservación de la salud y la curación de las enfermedades, incluyendo la parte preventiva, le ha negado valor a lo que nuestros antepasados ya aplicaron en sus tiempos.
En realidad, sería más que todo una multimillonaria industria farmacéutica que presumiblemente ha involucrado a muchos gobiernos del mundo e incluso de organizaciones que podrían habernos protegido de costosas medicinas inalcanzables para nuestros humildes bolsillos, al punto que las mismas medicinas genéricas hasta hace poco no estaban a nuestro alcance.
Entonces, recibir la noticia desde Lima que el Plan de Salud Intercultural Especial, Integral y Complementario dirigido a las poblaciones afectadas por la actividad petrolera de las cuencas de los ríos Pastaza, Corrientes, Tigre, Marañón y Chambira, Periodo 2018-2021, es un Plan que asciende a un total aproximado de 465 millones de soles, y está siguiendo su trámite en Lima, es sin duda, una anuncio alentador.
Más aun teniendo en cuenta que este Plan de Salud considera los insumos para análisis de metales pesados que serán tomados a unos 15,000 moradores indígenas de las comunidades de las cuencas afectadas por exposición de sustancias químicas, y desarrollar estrategias conjuntas con enfoque intercultural entre el Ministerio de Salud (Diresa) y las comunidades, para diagnóstico, tratamiento, recuperación, prevención y promoción de salud.
También van a formar y fortalecer recursos humanos con conocimientos en medicina tradicional y occidental con enfoque intercultural destinado al estudio y tratamiento de los problemas de salud tras la exposición a sustancias químicas. Pensamos que esto siempre fue responsabilidad compartida del Estado y las empresas, pero estas últimas no se presentan, al parecer porque sus contratos firmados no son explícitos respecto al daño que ocasionen y la obligación que deben asumir. Sería otro entuerto con suspicacia de corrupción.