Como pueblo en desarrollo nos hemos acostumbrado a participar o ser testigos mirando cómo en diversas protestas callejeras de un sinnúmero de sectores públicos o privados, se excede el límite de lo permitido por el sentido común y dando lugar a actos tipificados como delitos sean civiles o penales.
La protesta de los mineros artesanales en parte de la costa y sierra del país, ha estado llamando bastante la atención primero por la obstaculización del tránsito vehicular y peatonal, así como la afectación a bienes, y de igual forma a la tranquilidad pública, aunque la protesta está reconocida dentro de un sistema democrático, no implica excesos ilegales.
Lo básico está en respetar las libertades de quienes no están participando de las protestas y buscar mecanismos de lucha que no afecten los derechos de la ciudadanía ajena al tema, y eso lo tenemos claro la mayoría de peruanos y peruanas, pero existe una idea que sin acciones atropellantes, no les harán caso, ni menos resolver exigencias.
En parte es cierto, porque también se ha hecho costumbre que, a nivel de conversaciones, mesas de trabajo, comisionados, no se resuelven los conflictos sociales, y estos van acumulando tensiones que al final estallan en la cara de todos, propios o extraños al asunto.
Otro aspecto es que el principio de autoridad está por los suelos, por actitudes nada acertadas desde los que toman decisiones, hay un desprestigio, así como la corrupción generalizada desde las cabezas de gobierno, que contribuyen al desorden y a que se mantengan exigencias hasta fuera de la legalidad.
La policía nacional por su parte, también defiende su postura en cuanto al control de la tranquilidad pública, y ante esto, el pueblo le encara que son agresivos con quienes luchan por derechos, pero les falta derrotar a la delincuencia que extorsiona, a bandas criminales, a traficantes de drogas, etc., una crisis de desconfianzas profundas.
Qué podemos hacer en un escenario muy complicado, quizás avanzar con medidas temporales y compromisos de regularizar lo que no está permitido, pero sin perderlo de vista, porque se vuelven más inmanejables.
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Respetar libertades
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