Por: David Auris Villegas
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https://orcid.org/0000-0002-8478-6738
Ser maestro es alguien quien cada día al intercambiar sus experiencias con los estudiantes aprende conscientemente hasta convertirse en una persona excepcional y esa forma de vivir irradia el destino de sus pupilos. Aunque, reconozcamos que no todos los docentes logran convertirse en maestros de la vida, es pertinente revalorarlos desde las diferentes entidades, ya que ellos anclan las raíces de las generaciones.
Aunque es la profesión menos valorada por la sociedad latinoamericana, en sus manos descansan el destino de nuestro porvenir. El maestro reaprende cada día a ser más sensible, domina sus emociones y afina su tolerancia abocada a comprender las diversas limitaciones y los defectos de los estudiantes. Los ayuda a levantarse de sus caídas y lo más impactante, los acompaña en su crecimiento, con amor, bondad y raciocinio.
La Unesco y la Organización internacional del trabajo, (OIT), el pasado cinco de octubre celebraron el Día Mundial de los Docentes, a fin de “valorar la voz del docente: hacia un nuevo contrato social para la educación”. Esto recalca la necesidad de asumir un compromiso multisectorial, liderados por los gobiernos, a favor de mejorar las condiciones salariales y las competencias académicas de la comunidad educadora, como eje esencial del desarrollo de las personas.
Asimismo, el gobierno de Dina Boluarte, a pesar de caminar a la deriva, la semana pasada, concedió el más alto reconocimiento al magisterio peruano, las Palmas Magisteriales en tres categorías: Educador, Maestro y Amauta. Se premió a los excepcionales maestros, por sus aportes extraordinarios a la educación, los mismos que han de ser sostenidas y conocidos por el público, de no ser así, solo se estaría premiando a profesionales que organizan sus currículos en función a las bases de estos galardones.
Por otra parte, cada 8 de octubre, los peruanos recordamos el sacrificio intergeneracional del almirante Miguel Grau que, sin ser docente, nos enseñó dar la vida por la humanidad. Aprovecho trascribir unas líneas de su carta escrita para su esposa que refleja su amor por la educación y los niños, cualidades que cada docente están obligados a cultivarlos, “pedirte atiendas con sumo esmero y tenaz vigilancia a la educación de nuestros hijos idolatrados”.
El descomunal desafío de los maestros es impregnar huellas positivas e inspiradoras en la vida de los estudiantes y en cada persona con la que interactúa. De lo contrario, es solo un experto transmisor de conocimientos con doctorados y premios.
© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPC.