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PIENSAS: ¿Derecho de piso?

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Por: Fernando Herman Moberg Tobies
http://riendasciegas.wordpress.com
hmoberg@hotmail.com
@FernandoMobergT

 

Recuerdo el día del examen de admisión a la universidad, solo me realizaron una entrevista ya que postulé como artista destacado, reconocido en ese entonces por el Instituto Nacional de Cultura, por todo lo que realicé en la secundaria y parte del tiempo que viví y estudié en Lima.
Acababa de volver de la capital, acostumbrado a un ritmo de trabajo superficial y materialista, se había dado la oportunidad de realizar un proyecto en la Colonia Angamos, donde mi padre realizó varias obras de construcción civil, y la idea de ir al mismo lugar donde él dio agua y luz, me fascinaba el hecho de poder aportar algo que también llevara nuestro apellido por ese lugar, sin esperar, que al final, la lección, la recibiría yo y no los que recibían mis conferencias.
Al llegar a casa después de la entrevista en la universidad, aún con el pelo largo y varios kilos de más ganados al arribar a Iquitos y que hasta ahora me acompañan, mi padres me sentaron en la sala y me pidieron que me dedique por completo al estudio de la psicología, que por el dinero no me preocupase, ellos me apoyarían hasta el día que termine la carrera, pagarían los estudios y me darían una cuota mensual para mis gastos y placeres no tan desorbitantes. Acepté el reto sin darme cuenta que no sería tan fácil acoplarme nuevamente a ser mantenido y esperar a la voluntad de otros, me imploraron que no aceptara ninguna oferta de trabajo para no distraerme, y entendí. Cerré mi cuenta del banco, pues ya no tendría ahorros, posicioné en mi cerebro el límite de la ansiedad, estaba dispuesto a ser el mejor estudiante, que no era aquel que se saca las mejores notas, sobonea a los maestros o intenta demostrar a sus compañeros que sabe más, no, no me interesaba eso, solo quería que las personas sin contaminaciones mentales puedan acceder a mejores oportunidades, que se respete al joven soñador de provincia, que a veces no tiene, pero también quiere, y llevar el nombre de mi ciudad a eventos académicos de la socialite nacional universitaria, donde nos dan duro y no hacemos nada para mejorar.
Lentamente me fui acostumbrando a la simpleza y tranquilidad de los nuevos días, rechazaba llamadas de amigos del colegio o el círculo social en el que crecí, ya no iba al club, ya no cenaba o almorzaba en donde todos estaban, ya no viajaba seguido, sin ropa nueva a cada rato, ni gustos absurdos banales, el dinero que tenía me alcanzaba a las justas para libros que nadie más leía y para los proyectos que dirigía y yo mismo autofinanciaba al principio, desarrollados en ciertas comunidades y que con el tiempo DROMUS – UCP se posicionaría con el apoyo del rector y del Consejo Directivo, haciendo más extensiva nuestra labor en conjunto. Volví a Iquitos cuando me enteré que mi padre tenía problemas legales, no creía, vine y la sorpresa fue tan impactante que cuando él me dijo: Hijo, yo solo quiero que mi familia este cerca, unida, ya no importa si no hay dinero, pero quédate hijo, me tragué el orgullo, toda la vanidad adquirida en la escala que seguimos, dejé mucho con lágrimas incluidas, en especial personas que quería, pero no más que a mi padre, hombre honrado y sabio que jamás dejó un capricho mío al aire, corresponderle a él valía más de que piensen que me quedaba acá por haber fracasado en otro lugar.
Todos empezaron a creer que yo fácil era un pez más del río, pero no tenía la intención de cambiar esos preceptos, ya había nadado en mares. Mi madre me dio una moto barata, pues el efectivo que quedaba se iba en los abogados y los acosos de los alabados servidores públicos que de todos lados quieren exprimir, y mi padre aún quería trabajar; empecé a volver a usar shorts y polos como cuando era chibolo, a dejar la ropa de marca en cada ocasión, me olvidé de mi pasado y de lo que había construido, me olvidé de la envidia de la gente y de sus chismes frustrados de no hacer y desear en silencio, me olvidé de hacer de todo para agradar a mis amigos y empresarios por negocios, y solo me dedique a volver a impresionar a mis padres y llenarles de emoción como cuando me veían en el escenario del colegio en cada festividad.
En el segundo ciclo, casi abandono todo, me aburría de una ciudad que no quiere y respeta el lugar donde vive, escupen en la calle, nadie reclama por los huecos y basura, por el mal trato de empresarios y entidades del estado hacia el pueblo, por el tránsito anarquista, entre otras situaciones que me llevaron a una crisis pasajera, que permitió que naciera el esquema que daría un giro interesante a mi vida y a mis luchas internas que ahora se reflejan en mi trabajo.
Cuando volví a empezar, esta vez en un nuevo sendero, compartiendo la importancia de la espiritualidad y del poder de uno mismo frente a lo que se propone, me llegó una gran tranquilidad. Cada vez que me conocían nuevas personas, aparecían ofertas laborales, pero ya me había acostumbrado a amar, gozar mi tiempo y libertad, me ofrecían miserias, y yo prefería andar en moto vieja, mirando el cielo, filosofando a mi ritmo, pero ellos consideraban que era mi oportunidad, tal vez no entendían quién era, y solo querían llevarse mi dedicación de manera barata, aduciendo que era un estudiante y que por eso no podría aspirar a ganar más, equivocados, mi talento ya tenía un valor estimado por encima de sus sonrisas que solo querían brillar con la luz que me costó encender.
Ahora, a días de terminar esta carrera, me sorprendo de las personas que conocí, de las que intentaron con todo su espíritu destruirme y censurarme, de aquellas de quienes me apoyaron con cariño y respeto, de aquellos con quienes volvimos a caminar juntos, y de todos los que ahora siguen las ideas que no son mías, que descubrí y voy regando, porque hay espacio para todos, y como siempre me la paso diciendo, si cuando morimos nada, ni a nadie llevarás, no te la pases intentando agradar a otros, más que a ti mismo, siempre y cuando avances y no interfieras en la vida de otras personas.
Se vienen nuevos retos, donde nada llegará si no duermo menos, y si no dejo de ver distracciones. Solo espero servir a quienes más allá que me necesiten, valoren el sacrificio, y consideren que mi gratitud no se doblega con dinero.

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