Fernando Herman Moberg Tobies
http://riendasciegas.wordpress.com
hmoberg@hotmail.com
@FernandoMobergT
Marcelo acelera, pasa los semáforos en rojo, el sudor no deja de acompañarlo que lo baña y se evidencia en su camisa celeste ya mojada, maneja apresurado, la información que tiene en su cabeza no deja de atormentarlo.
Estaciona la camioneta frente al hotel, saluda a los serenazgos, cruza la calle desesperado, los botones del hotel se asombran, le preguntan si se encuentra bien, y él afirma que todo está bien; no deja de ver la pantalla de su celular, sube las escaleras e ingresa a la suite que le alquiló el gobierno para su estadía por el tiempo del proyecto para el cual fue enviado a Iquitos.
Prende su computadora, se sienta, agacha la cabeza, no puede comprender la frialdad de las decisiones de las personas que dicen buscar el bien para su comunidad, no puede entender cómo se miente la información a pesar de que afectará directamente la salud de toda una ciudad.
«Ingeniero su trabajo termino acá, le depositarán todo lo conversado a más tardar en 24 horas, lo que significa que así como hemos respetado el contrato, usted también tiene que hacerlo, lo sucedido en este derrame queda en el informe que nos entrega, caso contrario las acciones legales que podrían estar detrás de usted están avaladas por acuerdos internacionales, vaya a su hotel, prepare sus cosas y retírese en menos de cuatro días caso contrario todo lo que consuma que tenga agua, cómprelo mejor, no quisiéramos que le pase algo malo».
Marcelo está más de cuatro meses en Iquitos, sigue mirando en su celular la foto de cuatro niños de la comunidad del río Tigre que sonríen a pesar de no tener todos los dientes, sonríen felices sin que les interese sus ropitas gastadas y percudidas, mira la imagen y siente que para eso no ha estudiado, para callar una injusticia, jamás pensó que iba a tener que callar una tragedia que afectaría a toda una población que ni se enteraría de lo que sucede. Recuerda cuando nacieron sus tres hijos, las conversaciones que tenía con ellos cuando hacían alguna travesura, recuerda la mirada de sus pequeños, inocentes como los niños que consumirán aguas contaminadas, Marcelo se seca las lágrimas que aparecen con la frustración que siente, marca el número de su esposa, le pregunta cómo está y por sus hijos, le responden que ya están dormidos, le afirma que mañana estarán juntos y que ya no tendrán que estar más meses separados.
Se queda dormido en el escritorio recostando su cabeza en sus brazos, tocan la puerta insistentemente, Marcelo se levanta, se mira en el espejo, acomoda la camisa, su pelo y abre la puerta, la alcaldesa, el presidente regional, el dueño de un canal de televisión y otros de la cúpula del poder lo saludan e ingresan a la habitación, se acomodan en el despacho de la suite y le piden revisar su celular, computadoras y documentos. Tratan de mantener un tono de voz amigable y todo fluye sin tensión, Marcelo entiende lo dedicado del caso y es justamente por eso que lo contrataron, pagaron la cifra millonaria por la cual su empresa da servicios exclusivos, aceptaron su capricho y el de su socio, pero el problema estaba en que nunca antes había participado en un proceso en donde no pasaban al siguiente paso: la solución; el gobierno central que está de salida dejó la responsabilidad al gobierno regional y alcaldes que están preocupados en sus intereses maquilladores que dejarán todo a según ellos «la experiencia» de que no pasará nada grave, y esto atormentaba a Marcelo.
«Bueno Marcelito tu sabes que no puedes ofenderte por estas cosas que son parte de la precaución, ya que ni a ti, ni a nosotros nos conviene show. Ya veremos cómo resolvemos nuestro problema internamente y eso ya no es de tu interés, tal cual como hemos firmado en las cláusulas, así que hermano anda disfruta de nuestra plata con tu familia y déjanos arreglar nuestros conflictos con nuestros animalitos; además, que se mueran unos cuantos ayudará a pensar en menos jajajajajaja, es una broma ingeniero, estamos muy agradecidos por todos sus servicios, nos hemos esmerado en atenderlo como se merece y creo que de eso no se puede quejar, tiene que agradecerlo a todos los loretanos que con su esfuerzo nos damos estos lujitos jajajaja».
Se quedó un chofer para que lo movilice, indirectamente lo están forzando a irse lo más pronto, tenía prohibido conversar con personas de la prensa o dar entrevistas, le advirtieron que con todas las personas con las que va a relacionarse ya no deberá comentarles la razón de su estadía en Iquitos, que no converse con nadie que es preferible, ni con el chofer; Marcelo trataba a todos con respeto y cuando le conversaban él seguía la charla a pesar que muchas veces no le agradaba, pero intentaba ser amable.
Sale de la ducha, llama a un amigo empresario de su red de contactos y le pide que le alquile su avioneta para que vaya en ese momento a dejar una información importante por la frontera, le dice que pagará lo que quiera al piloto con tal que acepte llevarlo en ese momento, pone en aval su reputación y añade que no llevará drogas ni nada ilegal, solo tiene que llegar a dar algo a unos amigos, el empresario sorprendido por el pedido y por quien se lo pide, acepta riéndose y respondiéndole que no tiene por qué darle explicaciones, y termina bromeándole que mujercita estarás dejando por ahí ingeniero.
Se pone una gorra, casaca y sale caminando por la puerta principal sólo con una mochila, el chofer está dormido en la recepción del hotel, sale y camina, pasa por la Plaza de Armas, toma un motocarro y se dirige hacia la estación de la avioneta de su amigo. Él que lo lleva en la canoa le pregunta si hay alguna emergencia, porque va a volar a estas horas que nunca salen los aviones, Marcelo le responde que el caso de la rabia está avanzando y que él es un asesor del Ministerio de Salud y está yendo a ver la gravedad para poder hacer algo, lo que lo deja en silencio el resto del camino que cruza el río desde el embarcadero el Huequito.
El piloto lo saluda diciéndole, ingeniero, al parecer, esta será mi noche, Marcelo sonríe y le entrega mil dólares, se sienta dejando su mochila al costado, saca su celular, mira la foto de sus pequeños amigos, les había agarrado cariño, los niños venían cada tarde a pedirle que los enseñe a leer, que no hay maestra ni colegio cerca, la madre de los niños era una mujer que su marido la había dejado por una más joven, criando sola a sus cuatro hijos de cinco, cuatro, tres y dos años. La madre sufre de la columna, su marido la golpeaba casi todos los fines de semana, hasta que un día le rompió una silla en la espalda, dejándola casi inútil, aun así todos los días se va a su chacra para poder dar de comer a sus hijos, se está quedando ciega porque tiene que operarse, pero no puede dejarlos, el caserío donde viven hay solo 5 familias, y no tenían el dinero para ir hasta la ciudad donde podía atenderse. Marcelo veía cómo los niños le ayudaban a su madre, cocinaban todos juntos, la hacían caso, se portaban tan bien que decían que cada vez que su mamá se molesta le duele mucho la espalda y llora y ellos no querían eso.
Todos prenden sus lamparines, los pocos hombres cogen sus escopetas y gritan quien está en el avión, porqué vienen a estas horas, Marcelo se baja, grita su nombre y que lo disculpen, en unas horas me voy a Lima por eso he venido a despedirme, los niños van corriendo, también los de las otras familias, las mujeres se unen a la alegría, los hombres se tranquilizan, saludan y sonríen al ingeniero que jamás los trató como su patrón, sino como sus hermanos.
Marcelo los reúne en una casa, se asegura que el piloto este en la avioneta, antes de ingresar mira al río que está a unos metros de donde estás personas viven, lugar donde lavan sus comidas, sus ropas, se bañan y beben para vivir, se seca las lágrimas de la injusticia que se comenten perjudicando a los que menos tienen.
Les explica que se tienen que mudar, les muestra un mapa y les dice que tienen que moverse a vivir río arriba, tal vez a Colombia o Brasil, pero se tienen que ir lo más pronto, los pobladores se asustan, quieren exaltarse, pero Marcelo les cuenta que un nuevo derrame de petróleo el más grande de la historia ha ocurrido, han intentado contener pero todo ha desbordado, llegará hasta la misma ciudad de Iquitos, afectará a su sistema de abastecimiento de agua y el gobierno no hará nada más que tratar de disminuir el caso.
Marcelo saca de su mochila los cincuenta mil dólares que tenía que darle a la alcaldesa corrupta que lo metía presión por un regalito por haberle dado la licitación, ya le habían dado uno igual, pero lo justo le decían que mínimo es el diez por ciento y faltaba la mitad que ahora lo ponía en la mesa para que estas cinco familias puedan salvar a largo plazo sus vidas. Los pobladores miran el dinero, comprenden la magnitud del problema, se asombran cómo el ingeniero había venido a pedirles y pagarles prácticamente para que se vayan. Después de unos minutos decidieron dejar el lugar que alguna vez fue su hogar.
La madre se acerca, lo abraza y llora, le agradece por haber venido a salvar a sus hijos, Marcelo le dice que se lo merecen, conversa también con la abuela y les pide que ellos vayan hasta Leticia, que ahí él coordinará para que les den un lugar donde vivir un tiempo, para que ella pueda operarse y cuando ya esté bien puedan comprar una casa y hacer algún negocio con ese dinero, le pide que los niños estudien y si necesitan algo más solo llamen a este número, los abraza a todos, y el pequeño pueblo lo despide con el alma en la mano.
El piloto pregunta qué hizo y Marcelo le dice que si por cien dólares se puede quedar callado y este acepta sonriendo. Llega al hotel, se ducha, avisa al chofer que lo lleve al aeropuerto para que regrese a Lima. En el avión Marcelo lee el mensaje de la alcaldesa que le pide el dinero antes de que se vaya, y le responde: eso no está en la cláusula J, y apaga el celular. Suspira y no deja de asombrarse de la frialdad de las autoridades que dirigen el Estado.