Un paseo en pleno día y parte de la tarde nos permitió observar el tétrico panorama de la alameda de Iquitos hace poco inaugurada, luciendo pelada, vacía, sin sombras, por lo que con razón también sin visitantes caminando como parte de una excursión.
Es que es comprensible, nadie lo haría, nosotros quisimos experimentar ese paseo, pero tuvimos que recurrir a un paraguas para atenuar los lapidarios rayos solares sobre nuestra piel, y sí que logramos la caminata diurna.
Nos sirvió para escuchar a unas personas que caminaban por la vereda tratando de esquivar al sol, que además de provocar una fuerte transpiración, su fuerza dolía en la piel, nos estaba quemando sin piedad en la parte que el paraguas no nos cubría.
Pero, el detalle de estas personas que caminaban por la vereda y que escuchamos habían llegado desde la zona fronteriza de Islandia, por el bajo Amazonas, es que comentaban que en la alameda falta dónde sombrearse, no hay dónde sentarnos a conversar, “ni un techito” siquiera.
Y si es que nos vamos al estricto concepto de alameda, encontramos que se trata de una zona para la circulación peatonal y la recreación pasiva, con un diseño particular de paisajismo que incluye arborización y mobiliario urbano.
¿Dónde está la arborización? Así como el mobiliario al que las visitantes regionales sin ser diseñadoras ni arquitectas, hacía referencia, partiendo de su lógica de satisfacción al visitar un lugar como el que estamos mencionando.
“Ni árboles”, en el supuesto que deberían estar creciendo no se ven las áreas donde podrían haber sido sembradas en fila y en ambos lados, para en un futuro no muy lejano generar las sombras que tanta falta hacen ahora, es toda una plancha de cemento con unos pequeños jardines ornamentales. Esto evidencia que es necesario agregar estos faltantes para ser una digna alameda, útil y atractiva para nosotros los lugareños y los visitantes.