Mientras un familiar, amigo o conocido no pase por esta amarga experiencia de ser víctima de la “trata de personas” el tema como que parece de otra galaxia, pero no nos damos cuenta que hay diversos casos en nuestro alrededor, solamente que se ha normalizado en nuestra sociedad.
Recordamos que íbamos manejando la moto por el centro de Iquitos y desde un colectivo de esos que son nuestras reliquias todavía operativas, un grupo de turistas “agringados” se movían de sus asientos para intentar tener la mejor toma de un camión con un cerro de sacos y sobre ello varios muchachos delgados y con el cuerpo empolvado, desde la cabeza a los pies, sin gorros, sin mascarillas, sin guantes, sin un vestuario adecuado, y en sandalias, un desastre inhumano.
Esto sucede todos los días en nuestra ciudad, es una de las formas de trata de personas, porque estos seres humanos no tienen otra alternativa que aceptar un trabajo como sea, arriesgando su salud y vida para tener un sustento personal y familiar. Se podría decir que son unos héroes sociales, porque han elegido no cometer delitos penales para sobrevivir.
Todos lo miramos, y lo hemos normalizado, al punto que no se visibiliza como un delito que se comete contra personas en extrema necesidad, las mismas que por esa condición se encuentran vulnerables a ser captadas, y quizás por pequeñas propinas, suponemos, y desconocemos si alguna autoridad de trabajo tiene algún informe sobre este tipo de labores riesgosas, además.
Vale rememorar también que la trata de personas, no implica solamente un secuestro físico, engaños o encierros, se presenta de igual forma en aparente libertad donde la persona está coaccionada, así como amenazada, o en imperiosa necesidad, el tema se agudiza porque ocurre a muchas personas, algo que no se puede calcular.
Pero, igual sorprende cuando una autoridad especializada como el juez superior, Carlos Alberto Del Piélago Cárdenas, presidente de la Primera Sala Penal de Apelaciones de la Corte Superior de Justicia de Loreto, manifiesta que: “De mil casos de trata, uno llega al Poder Judicial”, uno, nada más. Es un decir, que hay muchos que no llegan a la justicia.
Explicó, asimismo, las dificultades que enfrenta el sistema judicial para sancionar los delitos de trata, esclavitud moderna, servidumbre y conexos. También, nos habló sobre la falta de diferenciación normativa, y la necesidad de reforzar la especialización de los operadores de justicia. A lo que agregamos la falta de sensibilización a la ciudadanía, la capacidad de identificar este delito y la posibilidad de denuncias anónimas de los delitos de la llamada también, esclavitud moderna.
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Normalizando la trata
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