Como bien lo ha advertido el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, la extensa variedad de vida en la Tierra se encuentra en peligro y las especies se extinguen a un ritmo récord. Lo peor, ha explicado, es que la mayoría de estas extinciones está ligada a actividades humanas que contaminan y agotan los recursos acuíferos, además de degradar los hábitats y alterar el clima. Dentro de este áspero y preocupante contexto, «Ruanda está demostrando cómo pueden entrelazarse la protección del medio ambiente y el crecimiento económico de un país», ha dicho Ban Ki-moon.
La alerta está dada y no podemos cerrar los ojos a esta crítica realidad. No se trata sólo de propiciar una norma internacional de reducción de combustibles contaminantes que alimentan el llamado «efecto invernadero», sino que también debemos promover más conciencia sobre las terribles consecuencias: desaparición de picos nevados, reavivación de volcanes y bruscos cambios climáticos que originan deforestación, tormentas, inundaciones o sequías, todo lo cual, a su vez, tiene serias incidencias en la agricultura, la supervivencia de algunas especies y, en general, en el dinamismo económico de todos los países.
Hasta ahora han sido principalmente los países industrializados los mayores contaminantes, los que se oponen a un tratado que imponga metas de reducción sustantiva y medible de gases contaminantes, por lo que deben asumir su responsabilidad. Urge también promover una regulación para evitar accidentes como el de British Petroleum, que ha producido el mayor desastre ecológico de la historia, de impredecibles consecuencias.
Es mucho lo que queda por hacer: Implementar normas para preservar reservas naturales, redoblar sanciones a quienes contaminan los ríos y castigar a los exterminadores de especies en peligro. También debe seguirse promoviendo el cambio de matriz energética y precisar los límites de la explotación de recursos, sobre todo los petroleros, para evitar accidentes y reducir al mínimo los niveles de contaminación.
Finalmente, en lo personal, tenemos que pensar seriamente en cuánto podemos ayudar a descontaminar el ambiente y preservar el mundo si usamos menos el auto petrolero o gasolinero o tenemos más cuidado de no dejar luces, impresoras o computadoras encendidas. Por nuestro propio bien y supervivencia.