Me hubiese encantado ser un polígrafo

  • A propósito de la muerte de Marco Aurelio Denegri

 

Por: Gianncarlo Scavino Mestanza

 

Mis ganas de ser escritor se frustran, o mejor dicho, se ven estancados por la decidia de no publicar los Textos Clandestinos, aquellas páginas que entre el sorbo de una novela y la prolijidad de los textos de artículos publicados en este diario y en otros de la ciudad, condimentados por mi aburrida vida, y de los que significaron para mí personas importantes, no se hubieran ni siquiera escrito y guardado, sino hubiera leído a escritores como Umberto Eco, Jean P Sartre, Mario Vargas Llosa, García Márquez, Bryce Echenique y hasta el mismo Jaime Bayli, pero todo eso no es nada, (con el respeto de los nombres mencionados) si no hubiera conocido en persona, allá en Lima, a inicios del año 2000 en un Simposio de Letras organizado por la Universidad San Martín de Porres, a Marco Aurelio Denegrí Santa Gadea; primera vez que lo escuchaba en persona, antes lo había visto en televisión, primero en su famosa sección cultural de cable y por supuesto luego por canal 7 en el programa “La Función de la Palabra”, donde tenía además de la destreza de alabar y denostar sin piedad libros tan complicados como disímiles y tan elaborados como complejos, y así, de diferentes temas, por cuanto sus columnas en los diarios nacionales tocaban de manera inter diaria y semanalmente temas como la cultura gallística, toros, cine, magia blanca, negra y demás colores, hablaba mucho de literatura, música, y hasta de cultura pop, pasando por lo que a mí me fascinaba cuando hablaba y abordaba el tema que a suspicacia de muchos y oídos sordos de muchos más todavía, les resulta un tabú, me refiero al SEXO. Allí tenemos interesantes y emotivas obras de ensayo sobre el tema “Hechos y opiniones acerca de la Mujer” de 1999, razón por la cual fue el conversatorio aquella vez que vi su lánguida y circunspecta figura, del que hasta la semana pasada en vida fue aquel periodista polígrafo, cuánto me hubiese gustado ser como él, Don Marco Aurelio, que deja un vacío enorme en la cultura viva del país.
Leer a Vargas Llosa libros eróticos, al Marqués de Sade, o a las “mismísimas” María del Carmen Rodríguez del Álamo Lázaro, y Ericka Leonard Mitchell, las famosas Megan Maxwell y E.L. James, respectivamente, creadoras de “Pídeme lo que quieras” y “Cincuenta Sombras de Grey”. Literatura erótica del momento; sin embargo, no tiene sentido si no leemos la crítica o la perorata en crítica de estas obras de la mente y la voz de Marco Aurelio Denegri, tan vivaz y exacto, tan dúctil y versátil, para entender al placentero acto de entregar el cuerpo al otro, como uno de los relatos inacabables para el ser humano, tanto así que en su artículo póstumo, publicado el domingo pasado en el diario El Comercio (29/07/2018) “Amor Sexo y Matrimonio, Marco Aurelio inicia su texto con hacernos recordar los episodios tan símiles y comunes del amor descarnado y apasionante separado del matrimonio, y nos cita el canon 1013, del Código de Derecho Canónico que “El Fin Primario del Matrimonio es la procreación y educación de la prole y su fin secundario es el remedio de la concupiscencia” Vaya yo a enterarme, al releer a Denegri, haciéndole un homenaje a su tinta y a su inteligencia polígrafa, por ende filosófica que uno de los fines no menos superlativo de la vida conyugal es que el matrimonio evite la lujuria! Ahora sí que, gracias a Marco Aurelio, apresuraré la boda con mi mujer, esa boda postergada y que debe tener la gracia de Dios, es que a veces los hombres necesitamos de otros hombres para mejorar, o por lo menos que nos den un empujoncito.
Denegrí, entonces, encarnó en vida la absoluta reverencia y brújula para cientos de escritores nacionales e internacionales, por ello el Perú ha perdido a uno de los más exponentes gestores y promotores de la cultura viva nacional, y en lo que respecta a mí, se convirtió, hace unos años en el ideal de escritor crítico, o polígrafo que a menudo sueño ser, además de inspirarme a la lectura de toda índole, y por supuesto días después de su muerte, en el motivador de la carrera hacia mi plena felicidad buscando la bendición de Dios en mi vida conyugal.