Estábamos en una reunión donde escuchábamos atentamente los episodios de violencia contra la mujer que se venía incrementando en el mundo, donde nuestro país no era ajeno, menos nuestra región Loreto donde la violencia era considerada en la práctica, un problema que no debe salir de las cuatro paredes de un hogar. Actualmente, el panorama ha cambiado y las denuncias se han incrementado, pero, falta mucho por hacer.
Cuántas historias pudimos escuchar, en aquella reunión en el año 2006, donde se evidenciaba que hombres violentos podían golpear física y afectar psicológicamente a su pareja, y si la mujer intentaba denunciar era considerada una enemiga de la familia de su pareja, porque “cómo era posible que haga eso, si le va causar un daño, sobre todo en su trabajo, que hasta lo podría perder, y de qué van a vivir sus hijos”. Esta y muchas expresiones más de intimidación a favor del agresor, y la mujer se sentía, cada vez, más sola que nunca en el mundo, y no quedaba otro camino que el aguantar.
Sin embargo, en esa reunión se planificaba toda una campaña de difusión para animar a las mujeres víctimas de violencia masculina, a denunciar y exigir todos los derechos posibles que la asisten para luego poder seguir criando a sus hijos en un ambiente de paz y con todo el amor posible hasta que adquieran la mayoría de edad, lo que representaría también disminuir el número de traumas que supone una vida en un ambiente de caos y agresión.
Y años después se desbordaron las denuncias de parte de mujeres que se armaron de valor para realizar las denuncias y frenar la violencia hacia ellas, y las sentencias por estos delitos también fueron en aumento, pero, vaya, qué está pasando luego de haber superado el miedo, algo que no imaginamos, y es que a más denuncias contra los hombres agresores, más golpes dan, más amenazas inclusive para evitar que sean denunciados con el agregado de quitar las vidas de sus víctimas. Los registros de feminicidios también son alarmantes. ¿Será que a los agresores ya no les importa ser sentenciados?
Han pasado cerca de veinte años de la reunión donde participamos, y vemos que el Estado a través de los gobiernos de turno de los diferentes niveles, no han implementado ni actualizado protocolos de atenciones de acuerdo a la realidad que va cambiando hasta en las formas de agresiones, y así proteger a las víctimas, para que ellas puedan ser rehabilitadas incluyendo a sus hijos, y para que el agresor sea efectivamente distanciado de sus víctimas, e incluso este mismo sea sometido a una terapia. Así llegamos al 25 de noviembre: Día Internacional de la Eliminación de la Violencia hacia la Mujer – 2025. ¿Qué pueden ofrecer las autoridades e inclusive candidatos para que disminuya o eliminar esta, todavía, triste realidad?
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Más denuncias, más golpes
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