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Mamá, nuestra primera maestra de la vida

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Antes de acudir a la escuela, ya tenía en casa a mi primera maestra: mi madre. Si hoy soy escritor, columnista y pedagogo, es gracias a ella. De niño, me contaba cuentos mágicos y me enseñó a leer y escribir. Por eso, cuando me preguntan en las entrevistas quién encendió la chispa de mi vocación, no titubeo: fue mi madre. Después, claro, llegaron Borges, Comenio, Cervantes, Whitman y luego, el peso de la educación formal.
Esta es mi confesión pública en el Día de la Madre, como un tributo a mi mamá. Estoy seguro de que, al igual que en mi caso, muchas madres no solo influyeron en que descubriéramos nuestra vocación, sino que su impacto fue mucho más profundo. Esto debemos recordarlo cada día, tanto en las escuelas como en nuestra vida cotidiana: ellas nos dieron la vida y nos enseñaron a dar nuestros primeros pasos.
Muchas de ellas son incansables maestras que, aunque nos hagamos mayores, tengamos doctorados o seamos personajes públicos, siguen siendo consejeras persistentes que nos invitan a recorrer las rutas del buen vivir. Esta labor pedagógica, aunque informal, es de tiempo completo y se extiende a lo largo de sus vidas. Sin importar su condición social, y muchas veces sin contar con un título académico, nos han educado, porque para influir en el bien no se necesita más que amar.
La única persona que piensa en nosotros las 24 horas del día, curiosamente no es nuestra pareja, sino nuestra madre. Solo ella nos ama de verdad y nos amará por la eternidad, incluso estaría dispuesta a sacrificar su vida por nosotros, a pesar de los miserables o ingratos que muchos podemos ser con ellas.
Dado el rol decisivo de las madres en nuestras vidas, las escuelas necesitan desarrollar una pedagogía del cuidado enfocada en valorar su importancia. Es fundamental empoderar a los estudiantes para que no les hablen en tono elevado, aprendan a cuidarlas en su vejez y velen por su bienestar, ya que olvidarlas es una forma de maltrato. El famoso escritor Jorge Luis Borges decía que, para no arrepentirse, es mejor no tener razón ante nuestra madre.
Hagamos realidad la pedagogía del cuidado desde la escuela por una felicidad sostenible, honrando con acciones positivas a las madres, esas primeras maestras de la vida.
(© David Auris Villegas. Escritor peruano, columnista pedagógico, profesor universitario y creador del ABDIVCPCE)

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