La falta de comunicación trae consecuencias no deseadas. La falta de consejo u orientación ha dado lugar a situaciones totalmente desagradables. La no participación en una decisión de los principales actores de determinada actividad, ha producido malos entendidos que nos ha llevado al desorden.
Así como no se tuvo en cuenta la participación de gente entendida de la problemática universitaria, ni en la reforma de las funciones de los servidores públicos que ahora son caldo de cultivo de la violencia generalizada que ha invadido el país, en nuestro medio tampoco se ha tenido en cuenta la experiencia de los pescadores de las comunidades ribereñas, para hacer el reordenamiento pesquero.
Los pescadores están molestos porque sienten que se les ha marginado y excluido en la toma de esta decisión asumida únicamente por la Dirección de Producción, siendo ellos los principales actores del manejo de los recursos hidrobiológicos. Poner un orden en una actividad para que ésta siga manteniéndose en el tiempo, no es cuestión de agarrar un papel y poner lo que a nosotros se nos ocurra, muchas veces sin conocer a fondo los problemas por los que atraviesa esa labor.
Mantener una producción que atienda las necesidades del mercado, sin atentar contra el recurso como es poner en riesgo la existencia de determinadas especies, merece de un exhaustivo estudio, a fondo, de cómo se debe encaminar el asunto.
En tan delicado caso no basta el académico de escritorio, sino más aún, la opinión y los alcances que pueda dar el hombre dedicado a la labor de la recolección de los frutos del río, experimentado conocedor de la abundancia y la escasez, de la época de reproducción y los plazos de crecimiento de los peces que se debe respetar.
Los pescadores necesitan ser escuchados porque una disposición tomada a la ligera, sin su concurso, puede lesionar mucho más que el desconocimiento de la importancia de velar por mantener viva la naturaleza, fuente de nuestra existencia.