-Acerca de quienes pretenden maquillar con limosnas sus latrocinios o falta de compromiso con la justicia
Por: José Álvarez Alonso
La cadena de noticias CNN suele pasar últimamente unos emotivos anuncios de personas muy compasivas que ayudan a menesterosos: un agricultor que está vendiendo manzanas con su hijo y le da una canasta extra a una familia pobre; una panadera que induce a su hija a regalar unos panes «de yapa» a una señora pobre con sus hijitas, etc. Ciertamente, la compasión, la solidaridad y el altruismo están entre los valores más sublimes del ser humano, y ayudan a hacer más soportable nuestra convivencia. Dicen que el altruismo es uno de los rasgos que nos diferencian de los animales -fundamentalmente egoístas, excepto con sus hijos, que portan sus genes-; la excepción que confirma la regla: algunos animales superiores muestran a veces signos de compasión y solidaridad con sus semejantes. Con el altruismo el ser humano muestra la trascendencia sobre la materia, demuestra que está por encima de las moléculas, de la tiranía de las leyes biológicas fundamentales: defensa de la propia vida (alimentación, etc.) y perpetuación de la especie (reproducción).
Sin embargo, cabría preguntarse si la solución al problema de la pobreza, de la marginación y de otras lacras sociales que aquejan a más de la mitad de la humanidad está en la limosna y la compasión. La Iglesia Católica ha promovido tradicionalmente la limosna, «las obras de caridad» y las «obras de misericordia», como uno de los medios más efectivos de penitencia y redención de las almas. Jesús mismo habló bastante de la sensibilidad hacia los pobres. Sin embargo, luego de 2000 años de historia cristiana persiste la pobreza en sociedades supuestamente regidas por los principios cristianos, y habría que preguntarse seriamente si la generosidad es suficiente para enfrentarla.
No cabe duda que ser generosos con sus propios bienes dice mucho de la calidad de una persona, y puede ayudar a solucionar una situación muy puntual. Pero no soluciona el problema. Al día siguiente, o a los pocos días de darle una limosna a un pobre, el hambre vuelve porque no se ha atacado la raíz del problema, no se creado una fuente de riqueza. Ni aunque todos los ricos del mundo repartiesen sus riquezas se solucionaría el problema de la pobreza: a los pocos años, o meses quizás, las cosas seguro estarían casi igual que antes. Anécdotas sobre situaciones en este sentido abundan a lo largo de la historia.
Ya los chinos, con su sabiduría trimilenaria, decían eso de «no des un pez al que tiene hambre, enséñale a pescar.» Atacar la raíz de la pobreza, ése es el reto. Esto a veces implica, por supuesto, atacar estructuras sociales y políticas injustas, mecanismos de explotación del hombre por el hombre. Implica también combatir las causas más habituales de la pobreza: la falta de educación, la falta de oportunidades para las clases más desfavorecidas, la falta de fuentes de trabajo o de herramientas (incluyendo capital) para trabajar, etc.
Ahí está el gran dilema que también enfrenta a muchos cristianos: luchar por la justicia social, buscando cambiar estructuras y hacer la sociedad más justa -lo que implica, obviamente, enfrentarse con el statu quo, y buscarse montón de enemigos- o limitarse a dar limosna a los pobres, lo cual es socialmente bien acepado -‘políticamente correcto’-. Es más que obvio que la mayoría se inclina por no buscarse problemas y hacer lo ‘políticamente correcto’, lo que no quiere decir que sea lo ‘cristianamente correcto’.
Generosidad y latrocinio
Por otro lado, conozco muchos casos, y probablemente muchos lectores también, de gentes que se dicen cristianas, practican ocasionalmente la limosna, y son hasta cierto punto generosos con su dinero, pero que en su vida cotidiana tienen comportamientos reñidos totalmente con la justicia, la ley y la moral: explotan a sus empleados, incluyendo a sus empleadas de hogar; hacen negocios lindando con lo ilegal, o al menos con lo poco ético -vendiendo caro, trafeando con impuestos o márgenes de precios, etc.-; trafican con influencias o con puestos públicos, beneficiándose corruptamente ellos o sus allegados del dinero de todos, tan necesario para obras sociales; en algunos casos, incluso, roban inescrupulosamente del Estado a través de mecanismos bien conocidos y aceptados por ciertos círculos, como coimas y comisiones, etc. He escuchado muchas veces a sacerdotes admirarse de la desfachatez de ciertos públicos ladrones -de dinero público, especialmente- que asisten como si nada a la iglesia, e incluso comulgan como si tuviesen la conciencia limpia…
Para estas personas está claro que lo que limpian con una mano -la generosa, la que da limosna- la ensucian turbiamente, y con creces, con la otra. Lo que no les debe quedar ninguna duda es que su delito, horrendo si se mira bien -robar dinero de todos, muchas veces destinado a proveer servicios e infraestructura desesperadamente necesitados por los más pobres- no se limpia con una limosnita a un pobre, o incluso a la Iglesia. Conozco una capillita a la Virgen levantada por una conocida ladrona de fondos públicos, en el Ministerio de Educación… Que sepa ella -y todos los de su numeroso gremio- que el perdón del pecado del robo sólo se produce cuando se devuelve lo robado. Un cristiano no puede serlo ‘a puchitos, por partes: no en la mañana, cuando hago mis negocios; pero en la tarde sí, cuando ayudo a otro o voy a la iglesia.
Decían los sabios y santos Padres de la Iglesia: ‘bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu’: es decir, una obra o una vida son buenas cuando son buenas en todos los aspectos; por el contrario, son malas cuando cualquier aspecto es malo.
Su exposicion del tema de la pobreza es correcta y, aunque superficialmente toca al tema,amerita una «cogida al toro de los cuernos» para dar solucion al problema,que es un tema casi imposible.
Hablamos de soluciones, Sr Alvarez,y nos sentimos fastidiados,inquietos,impotentes al ver como la Iglesia Catolica se aprovecha de la necesidad humana para mantener su dominio territorial y explotacion en beneficio propio.Pero esta iglesia,la mas rica del mundo economico,gracias a sus feligreses, no da como deberia ser,para ayudar a los necesitados.Ellos piden,obligan,exigen que sean los mas favorecidos economicamente los que deben ayudar en esta causa por que es «un medio de salvacion espiritual».Y esto, como Ud.indica,es solo un paliativo.El dicho biblico «Por sus obras los conocereis» es usado como base para hacer creer erroneamente,que este es el medio de salvacion eterna.Un traficante de drogas en Colombia construia casas para los pobres en su pueblo pero seguia en el mundo del crimen y era muy «catolico».
Por otro lado, en lo politico,sucede algo similar.Por medio de la creacion de trabajos,educacion,etc.se podria iniciar una mejora en el status de los mas necesitados y asi beneficiarlos.Pero puede un partido politico en el poder invertir en este proposito?.Lo dudo.Ellos estan mas abocados en el beneficio personal y partidario para solidificar su permanencia en el poder.
Caso en mencion,el Apra.Este es un partido que utiliza a los pobres como plataforma politica y trampolin al poder pero no hacen nada por ellos,por que no les conviene dado el facil manejo y la explotacion politica que ellos representan.No les conviene educarlos por que perderian su base electoral.Utilizan tambien paliativos y el pobre y necesitado ciudadano,permanece igual.
Una tarea no muy facil,Sr Alvarez,por que la solucion no depende de «limosnas» sino de cambios en lo moral(Iglesia)y politico,con justicia para alcanzar equidad y respeto para nuestros hermanos necesitados.Gracias por su exelente comentario.