Por el: Lic. Adm. Jorge Lavalle Atto (*)
Planteada la naturaleza y objetivo de la nueva universidad, moderna y competitiva, es necesario establecer la vinculación de ésta con el nuevo concepto de desarrollo nacional. La nueva universidad puede y debe ser competitiva, sí y solo sí, va vinculada estrechamente al desarrollo económico y social del país. La desvinculación de la universidad con el desarrollo de la sociedad como ocurre actualmente («una universidad aislada») siempre de espalda a la realidad nacional, ha posibilitado que la universidad peruana en la actualidad haya llegado al nivel más bajo de quinta categoría en el contexto general de la sociedad.
La nueva universidad que queremos, a la vez que reconoce la calidad académica y la investigación científica como sus pilares fundamentales, pasa a reconocer de manera resuelta y definida que ella está amarrada a los grandes objetivos de desarrollo nacional. Por consiguiente, toda propuesta moderna de política de desarrollo nacional, exige como base una nueva universidad y, en general, una nueva educación; y no como ha venido ocurriendo en esta última centuria en que los gobiernos gobernaron y aún gobiernan al país, pretendiendo seguir haciéndolo sin tener en cuenta a la universidad, y en general, sin tener en cuenta a la educación.
Si bien el fomento y la promoción del desarrollo económico y social sostenido del país es resultado de la confluencia de un conjunto de factores de distinto orden (político, ideológico, cultural, recursos, etc.); sin embargo, la universidad -y en general la educación- constituye, sin la menor duda, la base del desarrollo nacional. Esta verdad y realidad tan sencilla, empero, por razones de intereses políticos particulares, no es entendida ni practicada como lo demuestran los gobiernos sucesivos que gobernaron y pretenden gobernar al país sin priorizar la educación y la universidad.
Los dos objetivos troncales de la nueva universidad -la calidad académica y la investigación científica- y el nuevo concepto de desarrollo nacional, resultan siendo absolutamente compatibles, racionales y lógicos y se corresponden mutuamente. En efecto, nadie puede dudar que el desarrollo nacional está en función prioritaria y directamente, de su gente; pero de gente preparada, de gente capaz, de gente con nuevos paradigmas, de gente líder, de gente creativa y emprendedora y consecuentemente, de gente honesta. Pero también, nadie puede dudar que el desarrollo nacional penda, complementariamente, de la investigación científica; esto es, de nuevos conocimientos, de nuevos inventos, de nuevas tecnologías, de nuevas técnicas, de nuevas ciencias y nuevas culturas, etc.
Lo que sí no admite la menor duda es que un país pueda calificarse como una sociedad en proceso de desarrollo económico-social si de por medio no tiene gente calificada y no tiene una cultura orientada hacia la investigación científica; y lo peor, que nada se haga para revertir tales penosas realidades. Como se sabe, en el país, por regla general, no hay calidad académica y, consecuentemente, no hay una adecuada y efectiva formación de profesionales, salvo respetables excepciones.
De otra manera no se explica cómo, por ejemplo, hay dramáticos niveles de desempleo profesional -debido al sistema educativo que ofrece mediocridad profesional- o que haya profesionales que el país no necesita para su desarrollo y no tenga aquellos que si necesita verdaderamente.
Por otro lado, nadie puede dudar, ni en lo más mínimo, que en nuestro país no se inventa; en suma, no se realizan investigaciones científicas. Hay excepciones, pero no es la regla. El conjunto de países pobres del orbe, siempre países subdesarrollados y, por lo tanto, siempre dependientes; aplicamos, o dicho más claramente, imitamos de manera mecánica y dogmática ideas, ciencias, conocimientos, informaciones foráneas provenientes naturalmente de países desarrollados que investigan, en el sentido riguroso del término, y por ello, son países que han logrado altos niveles de desarrollo. Esto explica de como la investigación científica es signo de independencia, desarrollo y poder.
Es así que se encuentra demostrado por qué nuestra sociedad tiene un subdesarrollo secular: pues no tiene gente efectivamente preparada y no se realizan investigaciones verdaderamente científicas. Esto por una sencilla razón: la universidad tradicional no ha cumplido ni cumple los objetivos ejes que por naturaleza le corresponde.
Sin embargo, la nueva sociedad globalizada y competitiva, propia del siglo XXI y del tercer milenio, exige nuevos hombres, nuevos paradigmas, nuevos conocimientos, nuevas ciencias y tecnologías y, por consiguiente, exige una nueva educación, una nueva universidad, moderna y competitiva, con una mayor relevancia.
Necesitamos, pues, para promover el desarrollo nacional de nuevos tipos de profesionales, con una formación académica sólida, científica e intelectual; lo suficientemente capaces de asumir el liderazgo en la sociedad, crear empleos y riqueza así como desarrollar el sistema productivo nacional. Asimismo, necesitamos de la investigación científica, además de investigadores científicos e intelectuales capaces de crear nuevos conocimientos, nuevas ciencias, nuevas tecnologías y nuevas culturas; y de asumir con eficiencia y efectividad la responsabilidad en la educación nacional. La universidad, en tal sentido, se constituye en el factor principal del desarrollo del país.
Universidad y desarrollo nacional son, por consiguiente, conceptos estrechamente vinculados, en el sentido de que -desde un punto de vista estricto y riguroso- no hay desarrollo nacional sin universidad. La universidad tiene sentido y perspectiva, si y solo si contribuye con efectividad al desarrollo del país y éste no se logra sino con la participación efectiva de la universidad, mediante la dotación de nueva gente y de la investigación científica. El concepto de universidad está, pues, ligado y va de la mano al concepto de desarrollo nacional. Universidad y desarrollo nacional son, por tanto, conceptos y realidades inseparables.
Ahora bien, resulta, absolutamente necesario poner el mayor énfasis posible en lo que significa la trilogía educación – universidad – desarrollo nacional. Esto permite resaltar el rol de la educación y de la universidad en el desarrollo económico y social del país en los albores del nuevo siglo y milenio.
No se concibe desarrollo nacional, es decir, no se explica la gradual y sostenida mejora de la calidad de vida de la población, si no se tienen a la educación como la forjadora de nuevas mentalidades y a la universidad como la forjadora de profesionales, intelectuales y científicos de nuevo tipo y, además, de la ciencia y tecnología nacional.
Resulta una vulgar demagogia -o una inexplicable ignorancia- propugnar, predicar y pretender forjar desarrollo nacional, empero, reducir a asuntos de quinta categoría y sin mayor importancia a la educación y a la universidad como ha ocurrido. Lastimosamente, en las últimas décadas. Concebir el desarrollo nacional es un gran proyecto político de largo alcance en el que la educación y la universidad serán sus soportes. Así pues, la educación en general, y dentro de ella, la universidad, constituyen pilares imprescindibles para promover el desarrollo nacional.
(*) Asesor Consultor
Catedrático UCP.