En la ceremonia de su entronización, el papa Francisco ha hecho un llamado a los empresarios, a los países ricos, a la gente que con poder maneja el mundo para cuidar entre todos el medio ambiente del planeta. Un llamado que bien puede parecer simple, pero que encierra todo un clamor universal porque la tierra está sumamente maltratada. El papa no le pide a Dios que nos salve de esta triste situación. Acude al hombre, al dirigente del país rico que tiene intereses en el mundo entero, para salvar el planeta. Y no puede ser de otra manera, porque es el hombre quien con sus ansias de acaparar riqueza, no ha medido nada, sino que arremetió con todo para extraer minerales del subsuelo, para hacer del petróleo no solo una fuente de riqueza sino un estado de poderío y en su loca y desenfrenada carrera para acumular millones de dólares no ha tenido compasión alguna con los bosques ni con los animales y muchas veces con el hombre mismo, con el indígena esclavizado o con humilde chacarero a quien le quitó sus tierras dejándolo en la orfandad y miseria.
Nos da buena espina que congresistas y funcionarios representantes de diferentes ministerios se reúnan esta semana con los apus y autoridades de las comunidades de las cuencas del Pastaza, el Tigre y el Marañón y los territorios del río Corrientes para investigar en el lugar de los hechos cuál ha sido el impacto que han sufrido estos territorios tras 40 años de explotación petrolera.
Cuarenta años, durante los cuales los verdaderos dueños de esos pagos no han recibido sino más que abandono porque en esos pueblos no existen siquiera los más elementales servicios públicos.
Bien por el llamado del papa Francisco y bien porque nuestros congresistas están tomando conciencia de la gran problemática que viven nuestros pueblos indígenas, a quienes se les ha arrebatado sus tierras para que empresas extranjeras ganen millones de dólares, con la protección del Estado Peruano que, lejos de proteger nuestros bosques y a nuestra gente, los tiene abandonados hasta ahora.