La parábola de “El Huevo de Colón”

Por: Raúl Cornejo Coa

 

Cristóbal Colón, el gran navegante italiano, pasó a la historia por el descubrimiento de América, hecho que se produjo un 12 de octubre de 1492, luego de emprender una arriesgada aventura marítima desde Europa con dirección al oeste, navegando por el Océano Atlántico, pero, ello no solo fue motivo para recibir las felicitaciones y estímulos de la realeza española, sino que también generó cierta envidia y comentarios en su contra, dentro de lo cual se enmarca una anécdota a la cual se le conoce como la parábola de “El Huevo de Colón”.

Luego de realizar su primer viaje y lograr el descubrimiento de América, Cristóbal Colón retornó victorioso a España en el año 1493 trayendo consigo sendos regalos y unos indígenas procedentes de las extrañas nuevas tierras, que causaron muestras de asombro general, recibiendo por ello muchos agasajos, inclusive de los mismos reyes de España, quienes le confirmaron todos los derechos ofrecidos en el contrato que fue firmado en Santa Fe, hacía ya un año atrás.

Pero además, a él y a sus hijos se les otorgó el título de Don, incorporándolos a la nobleza como el Virrey de Indias, con un magnífico escudo, tal cual era la costumbre en esa época, el mismo que constaba de cuatro cuadrantes conteniendo: un castillo dorado en campo verde, un león de púrpura en campo blanco, unas islas doradas sobre ondas de mar y cinco anclas de oro en campo azul. En la parte superior del escudo se colocó una leyenda que decía: “Por Castilla y por León, Nuevo Mundo halló Colón”.

A los pocos días de los homenajes en su honor, estando Colón en la ciudad de Barcelona, asistió a una gran fiesta religiosa, donde fueron bautizados los indígenas traídos de América, acto realizado en presencia de las personas de la realeza, habiéndoseles colocado nuevos nombres españoles. Se cumplía así uno de los actos que, para halago de la reina católica, tenía preparado Colón.

Días después Cristóbal Colón asistió como invitado a un banquete que en su honor ofreció en palacio el cardenal Don Pedro González de Mendoza. A dicha reunión asistieron varios personajes importantes del entorno del rey, quienes se sentían honrados de compartir la mesa presidida por Cristóbal Colón. ¿Cómo no se habría de hablar del primer y arriesgado viaje de Colón, de sus dificultades, de sus notas curiosas y de su gran importancia?

Y de hecho que si se habló. Fue entonces cuando un cortesano inoportuno, indiscreto y torpe, asumiendo un tono burlón y escéptico, se dirigió a Colón y tratando de minimizar su acción, exclamó:

–  Ya tiene usted enemigos. Dicen los navegantes de Portugal que lo del viaje suyo era cosa bastante fácil de realizar y que si usted no lo hubiera hecho, ya estaban ellos dispuestos a hacerlo.

Oyó Colón la imprudencia del cortesano y justamente, en esos momentos tenía al frente una fuente con huevos sancochados o cocinados en agua hervida, como parte de la suculenta cena. Entonces Colón, mirando fijamente al imprudente, le preguntó que si él podría hacer parar un huevo de aquellos que estaban en la fuente, sobre la mesa.

El cortesano, al ser enfrentado directamente, con cierto sonrojo en su rostro contestó que no. Colón tomó entonces un huevo de la fuente, luego lo golpeó con cierta firmeza por el extremo más ancho sobre la mesa, rajándose la cascarilla con el golpe y formando así una base plana, gracias a la cual el huevo quedó en pie. Ante lo cual Colón, mirando al cortesano, expresó:

– Ahora, después de hacerlo la primera vez ¡qué fácil es que alguien lo repita! ¿Verdad?

Rieron el cardenal y los invitados por la salida ingeniosa y el cortesano avergonzado optó por retirarse, mientras alrededor de la mesa de manera alegre y bulliciosa, se hacía el comentario general de que el Almirante y Virrey de Indias -Cristóbal Colón- tenía razón al afirmar que cuando alguien hace por primera vez, algo que parecía difícil o imposible, los demás que no se atrevieron a hacerlo, suelen afirmar ligeramente que “ya lo iban a hacer”, que “eso era cosa fácil”.

Mediante esta parábola se puede tener la imagen exacta de lo que pasaba en ese entonces con Cristóbal Colón, ya que después del arriesgado e incierto viaje que permitió el llamado «descubrimiento del nuevo mundo”, todos los que pudieron hacerlo antes y no se atrevieron por miedo a lo desconocido, u otros factores, lo envidiaban y decían después que su hazaña fue muy simple, especialmente los navegantes de Portugal.

No quisieron reconocer que hubieran necesitado de una visión iluminada, un empuje genial, firme decisión y un deseo vehemente de ver concretados sus objetivos, a pesar de las adversidades e inconvenientes; condiciones propias de los soñadores que como pioneros abren caminos donde otros no se atreven, aunque después los critiquen. En fin, les había faltado ser como el gran Cristóbal Colón.

 

 

 

Un comentario sobre “La parábola de “El Huevo de Colón”

  1. Mi querido y estimado Raúl, todo está bonito pero empezaste mal, Cristóbal Colón no descubrió América, América era un continente poblado desde hace miles de años y en ese entonces tenía millones de habitantes, entonces, de que descubrimiento hablamos?

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