La bacteria Escherichia coli, es un habitante normal de la flora y fauna intestinal de los mamíferos y, por lo tanto, del hombre. Los investigadores científicos han descubierto más de 20 cepas, casi todas inofensivas, que conviven con nosotros en buenas relaciones, hasta que se molestan y se convierten en virulentas. Los verdaderos científicos, y no los que paran jugando póker en las computadoras híbridas o transgénicas, o pensando cuando van a cobrar o escribiendo sobre gamitanas y pacos carismáticos, también han descubierto ocho cepas patógenas de esta bacteria, algunas de las cuales han causado muertes en los Estados Unidos de Norteamérica en los 80 y en Japón en los 90. En estos últimos meses se ha identificado a una cepa virulenta, patógena como el propio demonio, causante de la muerte de más de 30 personas en Alemania, y para dolor de sus padres y familiares y del mundo entero, de un bebé de dos años. Al inicio de estas muertes por infección de la bacteria se echó la culpa a los granjeros de una zona de España, que cultivan los pepinos y otras verduras de manera mejorada, con biotecnología, para tener mayor productividad. La comunidad europea cerró todos los mercados, desarrolló una publicidad de terrorismo alimenticio, y los chacareros españoles perdieron mucho prestigio y especialmente derramaron mares de lágrimas por las pérdidas de dinero por no vender el buen producto. En el proceso de investigación para determinar la procedencia de esta bacteria, se llegó a identificar científicamente que los pepinos de estas granjas manejadas biotecnológicamente no eran las causas de la epidemia, sino que las autoridades de salud de Alemania han señalado que la enfermedad, la más letal de su tipo en la historia moderna, posiblemente proviene de brotes germinados contaminados provenientes de una granja orgánica local y vendidos a consumidores y restaurantes (suponemos que ofrecen comidas orgánicas al estilo del mejor cocinero y empresario peruano) abonadas con excreta de ganado, de todo el país para consumo en ensaladas. Los gobiernos de los países del mundo, están aplicando desde el brote de esta epidemia, una serie de medidas preventivas para que esta cepa mortal no ingrese a sus poblaciones. En los aeropuertos, por ejemplo, a los que llegan de otros sitios, les toman muestras de orina, de eses, de sangre y si tienen esta bacteria, los ponen en cuarentena. ¿Qué hacemos en el Perú? Nada, como siempre. Miren, tenemos dos autoridades viajeras en Iquitos. Han viajado a Japón, a Estados Unidos de Norteamérica, al Caribe, a España y están por viajar a otros sitios dizqué a traer plata (ojalá que no traigan la cepa de coli) y no les han examinado. ¿Qué tal si han traído consigo la bacteria y como mamíferos que son ya lo han depositado en algún sitio? ¿Qué dicen los del ministerio de salud? Nada. Ahora que regresa el número 1 de Washington D.C. se le debe investigar minuciosamente. La ley es dura, pero es la ley, dicen los abogados. En este caso nada de privilegios. Y si tienen que ponerlos en cuarentena, póngalos, pero en camas separadas, porque si no van a agarrarse a chobazos.
No sólo ellos, sino que nuestro querido presidente electo acaba de llegar con su guapa esposa de una visita de diferentes países de la zona sud americana. Y, nadie le ha tomado una muestra de su orinita, su caquita y su sangre. En Brasil, en Ecuador, en Chile, están aplicando este programa sanitario de prevención. No vaya a ser que con ellos haya venido como en el caballo de Troya, el enemigo. Todos los que entran al Perú del extranjero deben pasar por estos análisis. La ley es dura, pero es la ley y, los gobernantes son los que deben dar el ejemplo. Pero, en otro tema de reflexión, estamos comprobando que más peligrosos que los alimentos mejorados biotecnológicamente son estos que proceden de los manejos orgánicos con fertilizantes de excretas de animales como los cerdos y las vacas. No hay prueba científica que los primeros nos van a matar o degenerar como dicen ciertos sabios, no hay ninguna prueba, pero, en el caso de los orgánicos sí los hay, y, no sólo este caso que se ha dado en uno de los países mas desarrollados en ciencias de la salud. Ya se han dado otros casos como en el de Norteamérica, España y Japón, en otros años, con productos procedentes de manejos orgánicos. Los satanizadores de los alimentos mejorados dicen que nuestra generación va a ser degenerada, con cáncer, que nos va a matar lentamente (quién quiere morir rápido), pero no tienen pruebas como es este caso de consumo de ensaladas con orgánicos. La otra reflexión y, que a lo mejor los investigadores del IIAP y de la UNAP y de otros centros puedan por fin hacer algo, es que investiguen como es que nosotros que convivimos con estas bacterias posiblemente patógenas, que nuestros niños comen en medio de la basura (gracias al alcalde viajero), que comen chanchos criados en la huerta (a mí me encanta sus orejas y sus patitas ), con lo que ya ustedes saben y con un tazón de aguajina, y con verduras abonadas con bosta y con peces pescados debajo de las balsas de Belén (la mancha del Defensor Arica anzueleaba mijanos de cahuaras, de bagres, de novias, desde el interior de estas balsas que comen lo que cae para que nuestra madre nos prepare un rico timbuche y un frito), no nos da la epidemia. ¿Qué mecanismos de defensa inmunológico tenemos nosotros los pobres? Tal vez tenemos sustancias que podemos vender a los ricos del mundo para que no se enfermen. ¿Podrán hacer esta investigación nuestros excelentísimos investigadores, doctores, magísteres y otros títulos? Yo como de todo, transgénicos (no confundir con transformados) y orgánicos y no pasa nada, todo está en la mente. Aunque a mí ya no me quiere ni la malaria ni el dengue. Pero, de todas maneras voy a tomar medidas de precaución lavándome las manos (es lo que debe hacer todo el mundo, lavando bien las verduras, desinfectando los ambientes, etc), no vaya a morir en el asiento a donde todos van con sangría de por medio, que es uno de los efectos de esta enfermedad. Insisto, de no haber sido la biotecnología, la mejora de los cultivos para tener alta productividad no seríamos ahora casi 7,000 millones de habitantes, sino quizá un 30 por ciento. Dejen de alarmar a la población. ¿Saben en cuánto tiempo una gamitana alcanza un kilo en una piscigranja con manejo orgánico, incluido excretas para fertilizar? Doce y hasta trece meses, lo cual significa una buena inversión que no tiene nuestro pobre piscultor. ¿Sabe en cuánto tiempo una gamitana alcanza un kilo en una piscigranja con alimento balanceado utilizando elementos de soya y maíz y harina de pescado mejorados biotecnológicamente?, 6 meses. Y, se puede criar en mayor densidad. Esto quiere decir mayor productividad, más ganancias para los piscigranjeros, o los ambientalistas y puristas, ellos no más quieren vivir bien, comiendo piza y fetuccini con harina fabricada con trigo mejorado genéticamente. Los que consumimos estos peces no nos hemos muerto, ni tenemos cáncer, ni tenemos descendientes deformados, ni lo tendremos.