Por: Miguel Ángel Montalván Del Águila
miguelangelmontalvan@yahoo.com
Observando con cierta tozudez el comportamiento de las Elecciones Generales del presente año, abril del 2016, es muy lamentable ver a sus actores los llamados políticos peruanos, que a dentelladas se van comiéndose los unos a los otros, cual si fueran pirañas que se despedazan entre sí, solamente impulsados por sus instintos; pero en este caso de los candidatos, la contienda es alcanzar a la distribución de la torta presupuestal de la Nación. El resto es cuento, cuántos pasaron por el Parlamento y qué hicieron, se fueron a dormir y engrosaron sus bolsillos.
Estos mecanismos empleados por los voraces candidatos que pretenden alcanzar un espacio en el Congreso de la República o lograr el sillón presidencial, no es sino parte de la corrupción enquistada en el país, que hoy en día logramos entenderlo gracias a los medios de comunicación; los mordiscones que se dan entre ellos ha sido la forma más vil de hacer política en nuestro país. La historia política del país, registra una serie de artimañas aplicadas durante los procesos electorales, entre lo más común siempre ha sido el fraude electoral que ha primado en todos los casos.
En estas elecciones generales, podemos observar con mucha pena, que tres candidatos a la Presidencia de la República, estén siendo investigados de hechos de corrupción a nivel internacional, lo que desdice entre las ofertas electorales que se mueven en el mercado votante, frente al escándalo mostrado. Ay un grupo de llamados partidos políticos que están optando por la retirada, porque sus ofertas no tienen cabida en la contienda, esto quiere decir que el pueblo los ha premiado tal como merecían.
El pueblo tiene que tener mucho cuidado al elegir sus candidatos para no tener que estar lamentándose posteriormente y maldiciendo a propios y extraños. El pueblo debe optar por lo más adecuado y lo más razonable.
La corrupción que blandea en la administración de los gobiernos de turno, data desde la invasión española al imperio del Tawantinsuyo, combatir esta lacra no será nada fácil, pero hay que intentarlo con criterio técnico; no puede ser que en un país con una abultada hojarasca jurídica, la fuerza bruta se imponga ante la razón.
En nuestro espacio político, que es tan pequeño, nos permite saber de los candidatos actuales, hasta lo que comieron el día anterior; en consecuencia, no son invisibles, tenemos en la contienda electiva, gente que ya saboreó el Poder en alguna forma y otros audaces que pretenden lograrlo, bajo el pretexto de amar a su tierra, y saber que ocupándose de las actividades políticas, hablando cualquier disparate en plazoletas y cantinas del barrio, es mucho más rentable que hacerse de una profesión digna a nivel académico.
La Contraloría General de la República, tiene mucha responsabilidad en los actos de corrupción, puesto que su función principal es la prevención del desvío de los fondos presupuestales, confiados a los titulares de los respectivos pliegos presupuestales.
Las Oficinas de Control Institucional (OCI) de las entidades del Estado, están conformados por personal de la misma entidad, lo cual hace que el auditor esté limitado a cumplir con sus funciones, por no contar con independencia de criterio, lo cual hace que el auditor se sienta como un sandwich de pan con pescado, por un lado le ajusta la mecha la Contraloría y por otra el titular del pliego lo amenaza botar por pretender ordenar la desorganización existente en la entidad donde se desempeña; de ser así, el auditor mañana amanece ceviche y sin chamba, sin que nadie ose defenderlo.
Esta deficiencia que sufren las OCI, se encubre aduciendo que la Contraloría no cuenta con presupuesto para cubrir los gastos de personal y útiles de escritorio y otros.
Es muy paradójico, si el mismo criterio se aplicara en la custodia de las cárceles del país, hacerlo junto con los mismos presos ¿Cuál sería el resultado?
La presencia de la Contraloría debe ser más permanente en las instituciones públicas, tiene que programarse acciones de control, en todo el ámbito del Estado, desde las más altas esferas de los gobiernos de turno, hasta el más pequeño municipio; todo está contaminado, todos conjugan el verbo comer, en el más alto grado superlativo.
Estos mendrugos politiqueros que hoy muestran dinero para sufragar sus gastos de campañas, de dónde provienen dichos fondos, no saben que solamente hay tres formas de hacer plata y si alguien sabe una cuarta, que me lo diga.
Estas son las tres formas de obtener dinero, tomen nota los interesados (1) por herencia, (2) por un ardid de suerte, (3) dinero mal habido; ubíquense cada cual en el lugar donde creen estar.
Cuando se hayan ubicado en este triunvirato de opciones, recién podrán dirigirse al pueblo, con la calidad moral que debe tener un hombre que aspira un cargo público de tal magnitud.
Desgraciadamente, ninguno de los candidatos por el departamento de Loreto, ofrecen confianza del cumplimiento de sus promesas, todos apuntan al botín del papá Estado.
Aunque parezca necio decirlos, ante tanto ofrecimiento de los cachupines de la política, el pueblo no los cree, pero desgraciadamente el voto es obligatorio.
Para intentar alcanzar el desarrollo económico, social, y político de la Nación, se requiere, de salud, educación, energía eléctrica, agua y desagüe, carreteras de penetración para ensanchar la frontera agrícola, y usarlo como medio de transporte; la seguridad ciudadana es otro aspecto que requerimos urgentemente, sin paz social, se limitará el desarrollo del país.
El pueblo aglutinado en partidos políticos debidamente organizados a través de los colegios profesionales, trabajadores, estudiantes, obreros, campesinos, y etnias, debidamente representadas, con principios que se fundamenten en la democracia y la libertad, nos permitirá alcanzar a corto, mediano y largo plazo, el desarrollo sostenible de la Nación.