Por: José Álvarez Alonso
Este año la creciente se está retrasando demasiado, ya estamos en diciembre, y aunque algunas lluvias esporádicas han comenzado a refrescar el anormalmente caluroso clima amazónico, y el Marañón y el Ucayali comenzaron a crecer un poco, la mayoría de los ríos y quebradas, pese a modestas crecidas, vuelven a bajar y siguen anormalmente bajos. Es una noticia preocupante para Loreto, porque una creciente oportuna y moderadamente elevada es indispensable para garantizar una buena reproducción de los peces y otros organismos acuáticos, y para todos los procesos ecológicos de los más de 12 millones de hectáreas de bosques inundables, cochas y diversos tipos de humedales. A eso hay que añadir que con las crecientes se renuevan los sedimentos en playas, barriales y restingas bajas, que son los que producen la mayor parte de los alimentos que consumen las comunidades asentadas en las riberas de los grandes ríos, y también mucha gente en las ciudades amazónicas.
Recuerdo que hace bastantes años, a raíz de una creciente un poco superior a las normales, la desaparecida revista Kanatari tituló en su carátula algo así como “Inundación de burócratas”, por la cantidad de ministros y otros altos funcionarios limeños que viajaron a Loreto para paliar supuestamente los embates de la creciente de los ríos, repartiendo a diestro y siniestro, sin criterio en muchos casos, algunas dádivas a un puñado de comunidades.
Los loretanos saben que, más bien, los años que no hay creciente son malas noticias para la selva baja, y especialmente para las comunidades indígenas y campesinas que viven en las riberas. Recuerdo que durante una reunión del Consejo Superior del IIAP, hará unos 18 o 20 años, el representante de las organizaciones indígenas comentó en un momento que ese año no había habido creciente y que los peces “no habían botado su huevo”, con lo que vaticinaba un año de escasez de pescado, principal fuente de proteína para las comunidades indígenas. Él sí conocía bien la importancia de los ciclos naturales de creciente y vaciante, el llamado “pulso del agua”, que marca el calendario reproductivo de muchos animales y plantas en la Amazonía baja.
Con el avance del cambio climático, agravado en la Amazonía por la deforestación, se han hecho cada vez más frecuentes los fenómenos extremos, tanto sequías y vaciantes récord, como crecientes también récord. Me comenta mi amigo Arvildo Uraco, dirigente de los grupos de manejo y presidente del Comité de Gestión de la Reserva Nacional Pacaya Samiria, que el año 2017 tampoco el Marañón y el Ucayali crecieron hasta diciembre, pero vino luego una buena creciente, y el ‘peje’ desovó bien, así que hubo bastante pescado luego. Sin embargo, el 2015 no hubo casi creciente, y por tanto no hubo casi desove, lo que se comprobó luego cuando no hubo ‘mijano’ en los meses de verano (el mijano de dispersión, constituido por los juveniles de los peces de las especies de carácidos (Familia Characidae) nacidos en la creciente que surcan los ríos para repoblar).
Las crecientes extremas, que las ha habido también con cada vez mayor frecuencia, favorecen sin duda a la reproducción de los peces, pero causan estragos en la vida de las comunidades ribereñas, y en la fauna silvestre. La del 2012, que batió todos los récords históricos, provocó la muerte, según investigadores de Fundamazonía, de más de dos millones de animales grandes, de añuje para arriba, en la Reserva Nacional Pacaya Samiria y su zona de influencia.
Justamente estos peces de la familia Characidae (a la que pertenece la mayor parte de las especies más consumidas en Loreto, como el boquichico, el yaraquí, la palometa, el sábado, la gamitana, el paco, la ractacara y otros más) suelen desovar al inicio de la creciente en zonas de mezcla de aguas, por ejemplo, en la desembocadura de ríos y quebradas en cauce de ríos de aguas blancas. Esto permite que haya una explosión de plancton en las zonas recientemente inundadas, donde las larvas recién nacidas pueden alimentarse y crecer al amparo de la vegetación ribereña y de las tahuampas.
Este año me dicen que la gente en las comunidades ya está algo preocupada por la sequía extendida. Me comenta Arvildo, sin embargo, que ya han visto surcar dos mijanos de manitoa, tanto por el Marañón como por el Ucayali. Y ese, según me explica, es un indicador de que se viene ya la creciente, porque la manitoa no mijanea todos los años, a decir de los conocedores de las comunidades (que en muchos casos saben más que algunos autodenominados expertos pesqueros).
Me informan que ya están comenzando a crecer un poco los principales ríos, esperemos que este año haya una creciente suficiente, ni extrema ni demasiado moderada, de tal modo que los peces se reproduzcan bien, y haya abundante pescado el próximo año. La desnutrición crónica infantil en Loreto es una de las más altas de Perú, y ya se ha comprobado que enviar enlatados o leche en polvo a las escuelas no es la solución, pues los índices de desnutrición se mantienen (¡los niños indígenas son mayoritariamente intolerantes a la lactosa!). Promover un mejor manejo pesquero y de la fauna silvestre, revalorando los alimentos regionales y orientando a las madres en nutrición infantil, unido por supuesto a la mejora de la higiene, con servicios adecuados de agua y desagüe en las comunidades, sería la ruta más efectiva y adaptada a la realidad de la región para abordar esa lacra que frena seriamente el futuro desarrollo de la región.
Lo paradójico es que se están recibiendo noticias de inundaciones catastróficas en algunos ríos en las cuencas altas, como el Pisqui, en la provincia de Ucayali, Loreto, y el Agaytía, en San Martín. ¡Esperemos que la creciente venga este año moderada, pero no demorada!