Parafraseando al título de una de las obras de nuestro novel de literatura que en mejor dimensión debe estar, don Mario Vargas Llosa, podemos decir que las penurias que pasa su protagonista en la escuela militar, lo trasladamos a los conductores y transeúntes de la ciudad de Iquitos que sufren por los interminables huecos en las pistas.
Ese pesar al sentir el impacto en la espalda, cuando el desnivel o el hueco hace presa del vehículo motorizado, golpes que al ir acumulándose a la larga causará problemas en la salud de quienes lo soportan a diario en esta ciudad de más de 500 mil habitantes con miles de conductores de motos y motocarros, los más afectados.
Lo que resulta también extraño y digno de una ficción novelesca, es el hecho de que las autoridades ediles y hasta la gobernación, en Iquitos se la pasan sellando los huecos que al poco tiempo vuelven aparecer cual maligno del monte, y así se va repitiendo la historia en las pistas asfaltadas de esta urbe capitalina de Loreto.
Se dice que abajo va minando, y llega el momento que se va viniendo abajo afectando una loza de pista recién inaugurada u otras más antiguas que vuelven a hundirse, desnivelarse y hasta ir pelándose como lámina mal trabajada.
Es que no podemos comprender por qué tiene que seguir pasando ello, tal vez no emplean la técnica adecuada para evitar que siga minando, tal vez es muy débil la capa asfáltica, o la de concreto que está más abajo, o hay ojos de agua, filtraciones, o tubos débiles que se vuelven a agrietar y van minando con el agua que discurren. ¿Alguien lo puede explicar? Mientras se gastan miles de miles de soles en reparaciones inútiles.
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La ciudad y los huecos
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