Por: Carlos Andrés Reátegui Romayna
Así me respondió una policía que vigilaba una plaza del distrito limeño de Barranco, con notable sorpresa impregnada en su rostro. “La casa del poeta José María Eguren”, volví a preguntar. “¿Por acá queda esa casa?” Evidentemente no iba a tener una respuesta favorable de su parte, es por ello que le agradecí por el tiempo brindado y me retiré de su lado. Caminando un poco más, encontré a una señora vendedora de anticuchos y chicha morada. Le pregunté si sabía dónde quedaba ubicada la casa del poeta José María Eguren, y me respondió acompañado de señas provenientes de su mano derecha levantada: “Mira hijito, te vas de frente, de frente, de frente. ¿Ves esa esquina donde está ese carro destartalado estacionado? Llegas allí y doblas a la izquierda. Nuevamente llegas a la esquina y vuelves a doblar a la izquierda. Llegarás a la iglesia San Francisco, y al frente está su casa”, me orientó la señora. Por fin, con la respuesta que quería escuchar, me despedí de ella, no sin antes agradecerla por ayudarme, claro está. Ahora sí, rumbo a la casa que quise conocer…
Desde la aurora / combaten dos reyes rojos / con lanza de oro. / Por verde bosque / y en los purpurinos cerros / vibra su ceño. José María Eguren nació en Lima el 7 de julio de 1874. Por su precaria salud, conjuntamente con sus hermanas Susana y Angélica, se mudaron a la hacienda “Chuquitanta”, a 20 kilómetros de Lima. Fue allí justamente donde empieza a sentir un profundo sentimiento hacia la naturaleza y hace de su imaginación y fantasía el mejor de sus amigos para la creación de sus poemas. Tiempo después se mudaría al balneario de Barranco. Allí, en esa casa ubicada en una esquina al frente de la iglesia San Francisco y plazuela del mismo nombre, viviría alrededor de 30 años, puesto que después se mudaría al Centro de Lima. Publicó los poemarios “Simbólicas” en 1911 (de donde se desprende el poema “Los reyes rojos”); “La canción de las figuras” en 1916 (siendo el poema cumbre “La niña de la lámpara azul”, el mismo que fue del agrado del gran Abraham Valdelomar, nada menos) y finalmente “Poesía” en 1929, en el cual se incluyen los 2 poemarios mencionados anteriormente y agrega “Sombras” y “Rondinelas”. Fue un poeta que llamó la atención y la admiración de José Carlos Mariátegui, es por ello que este realizó un estudio de su poesía y estilo y lo agregó a su obra “7 ensayos de la interpretación de la realidad peruana” (1928), en el capítulo dedicado al proceso de la literatura. El crítico literario Estuardo Núñez en la introducción de su libro recopilatorio “José María Eguren, poesías completas y prosas selectas” publicada en 1970, manifiesta, sin pasar la línea de la exageración, que el vate “constituye, hasta su momento, y sin contar a César Vallejo, la más alta cifra de la poesía peruana de todos los tiempos. (…). Clasicistas como Melgar y Olmedo, románticos como Salaverry y Althaus, parnasianos como González Prada y modernistas como Chocano, no lograron, con todos sus méritos, perfilar en calidad, en coherencia y en intensidad una obra poética semejante a la de Eguren”. El poeta falleció el 19 de abril de 1942.
En el pasadizo nebuloso / cual mágico sueño de Estambul / su perfil presenta destelloso / la niña de la lámpara azul. Al llegar a la casa, vi que funcionaba un estudio de publicidad. No residía familia alguna allí, solo funcionaba un negocio particular ¿Y qué hay con eso? Que yo tuve conocimiento, por el año 2007, que esta misma casa se puso en venta por 200,000 dólares, pero también se podía alquilar por 2,000 dólares. Ya no averigüé bajo qué modalidad de contrato estaba sujeto ese bien inmueble, era irrelevante. Y es que, pienso, era una magnífica oportunidad para que el Gobierno de turno de ese entonces, presidido por Alan García, compre esa residencia y la transforme en un Centro Cultural, o, siendo mucho más optimista, en un museo, “La casa museo de José María Eguren”. Un lugar donde se puedan realizar, por ejemplo, presentaciones de libros, exposiciones pictóricas y fotográficas, quizás algo de cine fórum, etc., pero con el agregado de que en sus paredes se muestren fotos, poemas, pinturas (también cultivaba ese arte) del poeta, además de sus muebles, uno que otro objeto personal y libros, donde el visitante pudiera imaginar a José María Eguren usándolas. Un lugar donde nos evoque el recuerdo del único de los seguidores de la corriente simbolista del Perú. Incluso, un lugar donde también se muestren algunas obras del poeta Martín Adán, barranquino y gran amigo suyo. ¿Se imaginan todo eso? Haciendo comparaciones, la casa donde residió en Cuba Ernest Hewingway lo convirtieron en una casa museo, en donde uno puede apreciar la biblioteca personal y recuerdos de los viajes que hizo por el mundo el autor de “El viejo y el mar”. Igual suerte corrió la casa de Pablo Neruda, el taller granja de William Shakespeare, la casa en la que vivió sus primeros 10 años Gabriel García Márquez en Aracataca; la de Miguel de Cervantes Saavedra, Lope de Vega, José Asunción Silva, Jorge Luis Borges, entre otros grandes de la literatura universal. Lastimosamente en nuestro país, ninguno de nuestros escritores poseen una casa museo o a algo que se le parezca a modo de homenaje. Quedó demostrado que ni al Gobierno central ni a la Municipalidad de Lima y mucho menos a la Municipalidad Distrital de Barranco les interesó comprar la casa del vate. Terminé sentándome en uno de los bancos de la plazuela San Francisco, pensando en que se perdió una gran oportunidad en reivindicarnos con este poeta (y con la literatura peruana misma) que hizo mucho por nosotros, pero nosotros no hicimos mucho por él en cuestión de reconocimiento. Pudimos haber evitado que más personas, como la policía a quien hice mención al inicio de este artículo, ante mi pregunta, me responda con otra: “¿la casa de quién?”.
0.5