– El asno y el buey en el nacimiento en vivo, recreado por San Francisco de Asís
Por: Adolfo Ramírez del Aguila
Cuenta un bonito relato amazónico que cuando Jesús nació, todos los animales de la selva empezaron a hablar con alegría desbordante. Los hombres de ese entonces, estaban muy confundidos porque no entendían tamaño alboroto. Para despejar sus dudas, se animaron a preguntar al gallo acerca de lo que había sucedido; a lo que el gallo contestó: ¡Es que cristo ha nacidooooooooo! Pero dónde, dónde ha nacido -preguntaron- a lo que el carnero contestó: ¡En beleeeeeeeeen! Y cómo es ese niño -siguieron preguntando- a lo que la vaca contestó: ¡Es muuuuuuuuuy bonito! En eso se apareció una ronsapa que les orientó el camino para llegar a Belén.
Escribo estas líneas con mi computadora portátil junto al pesebre familiar que estamos armando. Un nacimiento con toque típico y ecológico, que mi esposa indica hacerlo todos los años, y que ya se ha constituido en una hermosa tradición familiar en navidad. El niño está en una hamaca pequeña de tocuyo; José, María, los reyes magos y los pastores con toque nativo, están finamente diseñadas en topas y con champitas de la selva. La casita es naturalmente de madera y su techo de shimba, en altillo, porque todo el pesebre estará inundado por una cocha artificial. Los animales también tallados en madera, aparte del ya clásico asno y buey, estarán la sachavaca, la anaconda, el mono, etc. Este nacimiento será la atracción de los niños de mi barrio, que nos visitarán a toda hora para contemplar al niño Jesús que va a nacer en la selva baja.
Contemplando este pesebre típico que se arma de a poco, me hace recordar a San Francisco de Asís, cuando en el siglo XIII -según relata su primer biógrafo Tomas de Celano- se propuso acercar la ternura de la fiesta de la navidad a sus vecinos de la comarca de Greccio (Italia medieval) escenificando un pesebre de lo más real posible, utilizando los elementos de su entorno para «vivir» la alegría del nacimiento del niño Dios, «en vivo y en directo». Gracias a este santo, tenemos la libertad de recrear en nuestros hogares, el nacimiento con todos sus elementos tradicionales e innovadores. Eso de recostar al niño en un pesebre sobre las pajas entre un asno y un buey, es innovación creativa de San Francisco de Asís, creador de los nacimientos en la tradición católica.
A propósito del asno y el buey, el entonces cardenal Joseph Ratzinger, en su libro «el rostro de Dios» (1993) se pregunta: ¿de dónde proceden propiamente estos dos animales? los relatos de la navidad del Nuevo Testamento no nos narran nada al respecto. En el Antiguo Testamento, encontramos en el libro de Isaías: «Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento». Los padres de la iglesia -plantea Ratzinger- vieron en esas palabras una profecía que apunta al nuevo pueblo de Dios. Ante Dios, eran todos los hombres, tanto judíos como paganos, como bueyes y asnos, sin razón ni conocimiento. Pero el niño, en el pesebre, abrió sus ojos de manera que ahora reconocen ya la voz de su dueño, la voz de su señor. Por hermenéutica bíblica -acota Ratzinger- nosotros somos buey y asno cuyos ojos se abren en la nochebuena de forma que, en el pesebre, reconocemos a nuestro Señor.
Que esta alegría de la navidad, no se apague con las luces distractoras que se prenden también en la noche buena. Que este niño pequeño, Dios hecho hombre, elemento central del nacimiento en cada hogar, irradie una nueva luz, la luz de la palabra que nos guía por las sendas de la felicidad del cielo hecho realidad en la tierra. En el misterio de la Encarnación del Verbo, Dios deja su cómodo trono y se hace pobre entre los pobres, débil entre los débiles, para levantarnos a todos en nuestra dignidad de hijos de Dios.
Que la navidad en la selva de hoy, nos devuelva la esperanza perdida, la alegría perdida, porque andamos como asnos y bueyes sin pastor, sin reconocer a nuestro Señor. Preferimos escuchar la voz de papá Noel y sus propagandas que anuncian la felicidad en grandes ofertas y que después de la resaca de todo lo vivido, solo queda el vacío existencial de una navidad más, sin plata y sin ganas de vivir el nuevo año.
Que el niño Jesús, motivo central de nuestra alegría navideña, nazca en nuestros corazones. Que el pesebre en vivo desde hoy, sea nuestra propio ser, que mira la estrella de Belén y va en camino de fe a contemplar la máxima revelación de un Dios hecho hombre, hecho humanidad ¡Feliz navidad a todos y todas! Amén.