Iquitos y Leticia ciudades gemelas

Por: José Barletti

 

Los peruanos que llegamos hoy a Leticia-Tabatinga somos allí extranjeros. Sin embargo nuestra ciudad de Leticia comenzó a construirse al mismo tiempo que Iquitos, en los años de 1860.
Hacía poco tiempo que había llegado nuestra Marina de Guerra a Iquitos y su jefe, Federico Alzamora, tomó la iniciativa de construir un fuerte en el Amazonas, al lado de Tabatinga, en la frontera con Brasil. En enero de 1867 Alzamora  había informado al gobierno de Lima que los brasileros estaban montando cañones en el viejo fuerte de Tabatinga. A su solicitud, el gobernador Benigno Bustamante hizo desmontar un terreno y erigir un rústico tambo en la quebrada San Antonio, que señalaba el límite entre Perú y Brasil. Entre tanto, el ingeniero Maximiliano Siebert y el ingeniero naval Luis Sandi seleccionaban el lugar donde se emplazaría el fuerte.
En octubre, el ingeniero Manuel Charón llegó desde Iquitos y llevó a cabo el reconocimiento de los alrededores de San Antonio. Charón rechazó el lugar previamente seleccionado y eligió otro en la parte alta de un elevado risco, 1.25 millas aguas arriba. En esta elevación que domina la estrecha curva que hace el río en este punto, se montarían los cañones. Charón comenzó a desmontar el terreno dejando una franja de una milla a lo largo del río. Para facilitar su trabajo, el gobierno de Lima nombró a Charón capitán de puerto de San Antonio, en adición a sus funciones de ingeniero en jefe. En diez meses ya había construido barracas, un almacén para provisiones, una oficina para la capitanía y viviendas para él y otros oficiales. Dos comerciantes y varias familias habían formado el núcleo del pueblo. El 20 de noviembre de 1867 llegó de Iquitos una comisión de la Marina y conversaron sobre el nombre que se daría al lugar.
Desde que se iniciaron sus trabajos, Charón se había referido al lugar como puerto Leticia. Sus compañeros y colegas estuvieron de acuerdo con su elección y Charón comunicó la decisión a Alzamora para que él, a su vez, solicite su ratificación en Lima. El nombre no fue aprobado en la capital. “El nombre de Leticia”, le escribió el director de Marina, “no tiene ningún significado”. Ordenó que el puesto fuera llamado Ramón Castilla. Sin embargo, en su correspondencia Charón continuó refiriéndose al lugar como puerto Leticia. Poco después, el 15 de  mayo de 1868, un decreto presidencial le dio el nombre oficial de Ramón Castilla. Con mucha osadía, Charón confrontó al presidente sobre el tema. El fuerte se llamaría Ramón Castilla, pero el poblado contiguo se llamaría Leticia. Argumentaba Charón que no se trataba de un nombre insignificante porque ha sido elegido para honrar la “gloriosa hazaña” de los paraguayos  en la guerra que en ese momento libraban  contra la Triple Alianza, formada por Brasil, Argentina y Uruguay, una lucha en la que el Perú simpatizaba con Paraguay. “La más notable” de esas heroicas acciones, aseguraba el ingeniero Charón, había sido “la defensa de un fuerte que llevaba el nombre de Leticia”. Por supuesto no había un fuerte en Paraguay o en cualquier otro lugar llamado Leticia. Quien existía era la hermosa Leticia que vivía en Iquitos, de quien Charón estaba perdidamente enamorado.
En las décadas siguientes el nombre de Leticia se impuso sobre el de Ramón Castilla y la ciudad se convirtió en capital de un gran distrito que llevaba el mismo nombre.
Hace ocho décadas que nuestra Leticia ya no nos pertenece.
Al frente de Leticia-Tabatinga el Perú tiene en la insignificante Santa Rosa su puesto fronterizo donde funciona la aduana y la Policía.
A lo largo del Monarca de los ríos, grandes ciudades se fortalecen en vista al futuro: Belem do Para en su desembocadura en el Atlántico, Santarém en la boca del Tapajoz, Manaos en la boca del Río Negro, Leticia-Tabatinga frente a la boca del río Yavarí e Iquitos cerca de su nacimiento.
En torno a Leticia-Tabatinga circula el Peso colombiano o el Real brasilero. El Sol peruano no tiene ninguna importancia. La economía del Yavarí peruano está totalmente subordinada a Brasil, así como la de nuestra mediterránea Caballo Cocha y la de la orilla sur del Amazonas que media hasta Santa Rosa.
Algo semejante sucede en el río Putumayo, donde Colombia tiene la hegemonía económica y cultural. El Estrecho es nuestra capital provincial nominal, incomunicada del territorio nacional por vía terrestre. En cambio, el Putumayo colombiano tiene comunicación intermodal con el Amazonas y con Bogotá. Con el Amazonas a través de la carretera Tarapacá-Leticia y con Bogotá a través de la carretera que parte de Puerto Asís a orillas del Putumayo.
La presencia de Colombia en la frontera con Perú no es más fuerte debido a la guerra interna. Cuando ésta pronto termine, Colombia tendrá libre el camino para afirmarse desde el Caquetá hasta el Amazonas. Ciudades como Florencia en el Caquetá, Puerto Asís y Leguízamo en el Putumayo, Tarapacá al inicio de la carretera y Leticia a orillas del Amazonas, constituirán una fluida red de progreso. La asimetría  en las relaciones con Perú se profundizará.
Darío Fajardo, destacado geógrafo colombiano, dice que los problemas de frontera se presentan cuando están de por medio “sociedades en expansión” y no cabe duda alguna de que Colombia es una “sociedad en expansión”.
Dentro de unas décadas, cuando después de la forja de partidos iniciemos el camino de una sólida vida democrática, comenzaremos a dejar de ser “un puñado de desconcertadas gentes que no sabemos adónde ir”. Entonces podremos diseñar nuestros objetivos nacionales. Uno de ellos será hacer de Caballo Cocha una ciudad articuladora de todo nuestro territorio fronterizo en el Amazonas. El Yavarí peruano habrá salido de su aislamiento por la carretera que se inicia en Palo Seco y Caballo Cocha tendrá la carretera que llegará a su ciudad portuaria en Chimbote a orillas del Amazonas. La gran producción de peces pequeños para forraje permitirá la producción de paiches y grandes zúngaros. También la producción de pequeños peces servirá para hacer harina de pescado para la crianza de aves y de porcinos. Nuestro fino chocolate y otros productos made in Perú tendrán a Leticia-Tabatinga como mercado cautivo. Será una nueva manera de estar presente en esta parte tan importante del planeta.
En esta perspectiva, el Pueblo Ticuna que es triestatal (está en Brasil, Colombia y Perú) se afirmará en su cultura.
Mientras tanto, la carretera o ferrocarril que saque del aislamiento a nuestro Putumayo, permitirá encarar los retos de darle valor agregado a los recursos transformándolos antes de transportarlos.
Cuando en el quehacer histórico, al identificar las tendencias, se percibe que éstas son inconvenientes, no queda otro camino que torcer el curso de la historia. Sin embargo, construir el futuro exige primero imaginarlo.
Al cabo de 83 años, Leticia y Tabatinga constituyen hoy una ciudad bi-estatal. Una calle, Marco, las divide, pero en la práctica el tránsito hacia uno y otro lado es completamente libre para todos y todas, incluidos los visitantes peruanos.
Leticia-Tabatinga es cada vez más pujante. Leticia tiene una magnífica biblioteca pública. Es posible que, dentro de unas décadas, haya una semejante en Iquitos.
Esta urbe bi-estatal tiene vinculación terrestre hacia sus respectivos territorios nacionales.
Al conmemorar el 152 aniversario de Iquitos, es importante afirmar su condición de ciudad gemela de Leticia y también conmemorar la construcción de esta querida ciudad peruana que fue entregada arteramente por el centralismo limeño a Colombia. El futuro protagonismo de Caballo Cocha en la zona nos permitirá recuperar nuestra presencia en este espacio geográfico a orillas del Monarca de los Ríos.