OPINIÓN: Kurt Burneo F. Economista
Reconociendo que los mercados son asignadores de recursos en las economías, éstos a veces no solo presentan fallas (poder de mercado, externalidades y asimetrías de información), sino también restricciones a su acceso, como es el caso de los jóvenes en condición de pobreza y pobreza extrema a la educación superior en el Perú. Frente a ello es que hace dos años cuando elaborábamos la Hoja de Ruta, consideramos útil para enfrentar este problema la creación de un programa social llamado Beca 18.
¿Cómo se muestra esta restricción de acceso? Según el INEI, solo 6 de cada 100 jóvenes en situación de pobreza acceden a educación superior y solo 1 de cada 100 para el caso de los pobres extremos. ¿Y qué de los que empiezan estudios superiores?
Según datos de la consultora Flanqueo (Gestión 07-05-2013) la principal razón de deserción (29%) responde a factores económicos, siendo el mayor porcentaje por este factor correspondiente al nivel socioeconómico C en un 31% en caso de institutos y 28% en caso de universidades.
Frente a esta realidad, Beca 18 se constituye en una respuesta efectiva del Estado, al ofrecer el pago completo de la carrera universitaria o técnica, materiales de estudio (que incluye un computador personal), gastos de transporte, alimentación y alojamiento para los estudiantes que residen en lugar distinto al lugar de estudio; debiendo una vez graduados laborar por tres años en sus comunidades de origen ya sea para el Estado, empresas o autoempleo.
Este programa tiene tres modalidades: a) Ordinaria, b) Especial: Beca especial para licenciados de las Fuerzas Armadas, Beca especial VRAEM para jóvenes de los valles de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro y Beca 18 REPARED como sistema de reparaciones para víctimas de violencia política registradas en Registro Único de Víctimas de la Comisión
Sectorial de Alto Nivel; y c) Beca 18 Internacional, para alumnos en primeros puestos de escuelas públicas que irán a estudiar a universidades del exterior (Francia, Brasil, Cuba, etc.).
Cabe señalar que este programa social dirigido a jóvenes pobres y pobres extremos, selecciona a sus beneficiarios teniendo como herramienta importante el Sistema de Focalización de Hogares (SIFOH) a cargo del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social.
A la fecha hay 10,800 becarios que se vienen educando en prestigiosas universidades e instituciones técnicas, con lo cual acceden al mercado de educación superior como demandantes efectivos y dado que el programa promueve el acceso a carreras de ciencia y tecnología, la empleabilidad aumenta. ¿Alguien puede dudar que cuando un joven pobre y/o pobre extremo aplica in situ, por ejemplo, para universidades como la San Ignacio de Loyola (que envió a sus profesores a la zona del VRAEM a tomar los exámenes de admisión) ingresa e inicia su formación profesional, no se le está cambiando la vida no solo a él, sino a su entorno cuando regrese a aplicar lo aprendido? Sobre esto último, las externalidades positivas que genera un mayor capital humano a diferencia del capital físico son mayores. Por ejemplo, un Ing. zootecnista de regreso a su comunidad usará nuevas tecnologías que serán replicadas por criadores de animales menos educados de la zona y así la educación de una persona posibilita el aumento de la productividad de muchos.
Finalmente, si tal como lo refiere el Banco Mundial, hay un círculo vicioso entre pobreza y crecimiento, esto es, crecimiento bajo genera pobreza y ésta a su vez actúa recursivamente sobre el crecimiento reduciéndolo, y que los factores que pueden producir este círculo vicioso son diversos, entre ellos la falta de acceso a la educación de calidad que origina menor productividad del trabajador y menor retorno de capital humano; Beca 18 contribuye a romper dicho círculo igualando oportunidades, en un marco de efectiva promoción de la inclusión social. Esta experiencia muestra que el Estado puede llegar a más peruanos con probidad y eficiencia promoviendo una efectiva inclusión social