Un reciente operativo contra el delito de la piratería y el contrabando, dio como resultado el decomiso de prendas de vestir y de calzar, valorizados en varios miles de soles. La mercadería incautada en varios locales ubicados en Belén, presentan marcas de prestigio, pero de ahí a que sean auténticas dista mucho.
Esto está generalizado, no solo en todas las tiendas de la ciudad, sino, mayormente en los grandes centros comerciales ubicados en Gamarra, de donde procede la mayor parte de prendas de vestir con identificaciones falsas.
Las marcas y logotipos se fabrican por millones, se recortan y se pegan en las prendas, un proceso demasiado fácil, que al comprador no le interesa si es original o bamba, como se identifican a las cosas que no pasan de ser burdas imitaciones.
Que las autoridades están en todo su derecho de actuar contra la piratería y el contrabando nadie discute. Lo que sí nos parece que debería dirigirse, es que el accionar no vaya a la parte más delgada de la soga donde es fácil romper, sino a los orígenes del delito, a las fábricas donde se hace esta mercadería que pone en riesgo aspectos importantes de la vida del país, especialmente la economía.
Aquí se interviene al comerciante, al que se le debería obligar a través de métodos legales a que confiesen la procedencia de la ilegal mercancía, dónde lo compran, cómo lo transportan, qué documentación les dan, todo eso llevaría a conocer mejor dónde está la madre del cordero.
Las multas se pagan y se sigue operando. No es castigo alguno, porque todo eso está considerado en el precio de los artículos. Por eso, insistimos, la estrategia debe ser otra. Llegar a la procedencia que está instalada por años y que nunca, ninguna autoridad ni policial, ni aduanera, ni nada han podido erradicar. No se sabe por qué.