Muchos de los grandes problemas que afrontan los gobiernos, es por no saber escuchar a las masas, por no contar con la respectiva tolerancia en puntos diversos. Lo que sin duda va convirtiéndose en un caldo de cultivo de conflictos sociales activos, los mismos que crecen ante las muestras dictatoriales de los gobernantes de turno.
La ley popularizada como «pulpín» ha tenido que ser derogada bajo presión juvenil respaldada por diversos sectores gremiales. Si retrocedemos en el tiempo, el «baguazo» se concretó (con muertes de por medio) hace años por la «sordera» de los altos funcionarios del gobierno aprista. Y la torpeza del mismo presidente al llamar a los comuneros indígenas como personas de «segunda clase».
De haberlos escuchado a tiempo y resuelto sus demandas más urgentes, no se habrían contabilizado muertes de ambos lados. La violencia continúa por lo que se sigue invitando a diversas movilizaciones por la Paz. Si la violencia no se «luciera» imponente en sus diversas formas, las marchas exigiendo y reclamando paz, estarían demás.
Ahora último nomás el bloque indígena nuevamente está protestando por el eterno olvido en que está sumergido pese a vivir en la zona de donde se extrae el oro negro que luego es convertido en millones de dólares para el Estado. Desde hace 4 años el actual gobierno a través de los representantes de las entidades competentes, vienen dialogando y dialogando con los pueblos originarios sin ningún resultado.
Gastan ingentes cantidades de dinero en viáticos, en viajes a las zonas petroleras, en reuniones infructuosas, «mecen» a los Apus y a los dirigentes de las 4 federaciones indígenas. Ellos ahora están cansados de todo eso y demandan respeto a sus derechos plasmados en el Convenio 169-OIT. Ahí está protestando la cuenca del Tigre, se ha plegado la del Corrientes, dentro de poco será el Pastaza.
Sería importante que el gobierno central, que se juega sus últimos tiempos, escuche y sobre todo actúe frente a los diversos problemas sociales a fin que la violencia no crezca en el país.