Hacer un alto

En la década del 50 y 60, incluso hasta inicios de los 80, puede ser, que, en la ciudad de Iquitos y otras ciudades y pueblos de Loreto, no se conocía de inundaciones como un signo de alarma y de emergencias.
Se recuerda que la etapa del aumento del nivel de los ríos era motivo de alegría porque después con la vaciante las tierras quedaban enriquecidas para los sembríos de la zona, y se contaban anécdotas como el juego de los niños y adolescentes con los patos en el agua.
Además, se recuerda de cómo los habitantes de comunidades campesinas se preparaban para esa época con fariña y pescado seco salado, entre otros productos para sobrellevar los meses sin chacra y sus cosechas habituales. Y por supuesto que el mijano era un espectáculo con gran cantidad de peces en la orilla de los ríos.
Los moradores sabían que el lugar donde decidieron habitar era inundable y por tanto su vida se organizaba en ese contexto, pero, qué ha pasado en las ciudades loretanas como Iquitos. Sucede, como todos vemos, la expansión urbana se ha extendido hacia zonas inundables sin ninguna planificación, más sí la advertencia de Defensa Civil que no son habitables dentro de una estructura urbana, con una concepción distinta al rural.
El tiempo ha pasado, y los problemas en esas zonas han ido en aumento, hasta con casos de ahogamientos principalmente de niños, y las autoridades no han hecho un alto, a que la ciudad se siga expandiendo hacia esos tipos de terrenos. Tampoco se ha replanteado la vida urbana en esa clase de espacios, donde la instalación segura de agua y desagüe sigue siendo un reto.
De pensar, que, en las décadas mencionadas, la única zona “Venecia” de Iquitos era donde se ubica la zona baja de Belén, ahora siguen aumentando las casas, a pesar de advertencias hidrológicas que en unos años la fuerza de la corriente del Amazonas pueda apuntar hacia ese sector y tendrían que ser evacuados. Es que el cambio de los cursos del río es un tema que debemos considerar, para lograr la deseada vida en armonía con la naturaleza. Y la pregunta de rigor es ¿hasta qué punto los levantamientos de rasante podrán resistir un giro fuerte en el curso del río?