Es lo que muchos quisiéramos decir hoy: Señor te encomendamos nuestro espíritu tal cual lo hiciste ante el Padre creador del universo. Y es que en situaciones apremiantes de la vida creyentes o no creyentes invocamos a ese ser superior que sentimos debe existir por tanta maravilla de la creación junta, incluyendo nuestra existencia.
Nos ponemos a pensar que cuántas guerras y sufrimientos se evitarían si esa invocación al ser superior sería para aceptarnos tal como somos con nuestras diferencias humanas, de carácter, de costumbres, de culturas y hasta de creencias. Invocar que para todos primero el derecho universal a la vida, al cuidado, a la alimentación, a la educación, a la vida respetándonos mutuamente en busca del bienestar, de la paz, y de la felicidad en nuestro paso por este mundo.
Hoy es el día en que para los creyentes cristianos Jesús se desprende de la carne y se vuelve espíritu para ir al encuentro de Dios Padre, luego de haber ofrendado su vida para la salvación de nuestros pecados terrenales, un perdón que duele mucho en lo más profundo del alma, más que todo cuando vemos cómo miles de seres humanos como nosotros encuentran cruel muerte en medio de bombas, armas convencionales y hasta armas químicas.
Miles, millones de inocentes o culpables que tienen derecho a una vida en tranquilidad, o a un ajusticiamiento en el marco del derecho humano universal; pero no, ahí están las guerras nada santas donde los seres, hermanos nuestros de origen terrenal, sufren mucho por guerras que parecen no tener fin.
Cuánta rebeldía puede haber en los corazones de mucha gente que invocando piedad, ayuda, auxilio, sienten que el resto del mundo los mira con indiferencia, cuánta decepción de los gobiernos más poderosos del mundo que se dice atizan guerras por intereses subalternos a las sociedades civiles. Son luchas de poderío por riquezas y negociados que se tienden bajo la mesa. Cuántos de ellos son cristianos. A cuántos de ellos les llega la palabra del Cristo Jesús que víctima de la crueldad humana de su época encomienda su espíritu al Dios Padre.
Qué impotencia sentir que corazones endurecidos no piensan más allá que en sus egoísmos individuales y de grupo, mientras miles de miles se desangran por las venas o literalmente por la indiferencia, por el sentirse poderosos, quizás más que Jesús. Señor perdónalos porque no saben lo que hacen, y de rodillas te imploramos piedad para que este mundo cruel, se revierta y reine la armonía, con sus humanas diferencias sin extremos dañinos.