Espectáculo del río

Es imposible dejar de comentar lo vivido en escasas cinco horas de travesía aguas arriba del río Marañón, rumbo a presenciar la movilización de los pueblos afectados directamente por la contaminación petrolera. Esta travesía estuvo fascinante por lo que el espectáculo del río en alianza con otros fenómenos naturales nos tenía reservado.
Partiendo desde el puerto de Nauta con un sol radiante del medio día, seguir la ruta del río en contra de la corriente, todo se va silenciando poco a poco hasta solo encontrar a los costados inmensas playas con arena color hueso, otras marrón claro y otras más oscuras con inquietas garzas blancas en sus orillas. Y los pueblos cada cierto tramo.
La ruta ribereña sigue y otros navegantes vamos encontrando en peque peques, botes más grandecitos, balsas con productos y balsitas de unas quince trozas de madera comercial baja el río al encuentro de algún punto donde poder venderlas, van sobre ellas unos diez hombres con un bote empujador.
Una mano señalando hacia el agua nos permite ver algo nunca observado por nuestra vista, la figura del arco iris sobre el agua como si alguien la hubiera pintado, qué belleza, al rato se despintó. Y un miren allá nos hizo gozar de otra maravilla de nuestra naturaleza, el salto elegante del “bufeo” del delfín oscuro y de lomo brillante. Nuestra vista se volvió a embelesar.
De pronto el cielo se cubre de nubes oscuras y el viento mueve fuerte la vegetación al borde del río y “va llover” se escucha decir como queriendo fungir de adivinador, porque nada raro sería que no caiga ni una gota y más bien cayera por otro lado. Pero no, sí cayó y muy fuerte unido a las alborotadas aguas del río Marañón.
La densa neblina hizo que quien no tenía puesto el chaleco salvavidas se apresurara a hacerlo temiendo algún incidente. Chapotean las aguas del Marañón y sugerimos parar el yate y quedarnos en la orilla hasta que pase, “es un pedacito nomás”, responde el práctico y experto motorista. Y lo tenso se une a la maravilla visual cuando un luminoso rayo cae directo al medio río. Bello y peligroso a la vez. Seguimos hasta que vino la calma.
Ahí están dueñas de su mundo las garzas, las playas, los loros volando chillando, y en las orillas de una playa que se nota va acortándose por la lenta crecida del río; unas madres juegan con sus hijos y sabedoras de la naturaleza empiezan a juntarlos abriendo sus paraguas. A lo lejos como un mando nebuloso se va cubriendo el horizonte del río.
Era otra vez la lluvia y extendimos el brazo para sentir sus gotas, muy frías y gruesas que hacían sonar fuerte el techo del yate. “Esto sí que es más que la anterior” se suelta un comentario. “Sí, pero el río está calmado”. Cierto las aguas no salpicaban, estaban tranquilas. Pasó y una vez más nuestra vista se recrea con las aguas alisadas y tipo espejo en que se convirtió en ese tramo el río Marañón, llegando al destino. Cómo no amarte Amazonía nuestra.