A la vista de lo sucedido en las elecciones regionales, sin involucrar a las municipales, estamos en condiciones de determinar que siguiendo la estela dejada por los resultados de la consulta de octubre por las presidencias regionales, se percibe de lejos que la política local ha escalado posiciones que han dejado relegadas a todas las figuras políticas nacionales, lo que debe interpretarse como un rechazo tácito a los partidos políticos en su totalidad.
Pero no se crea que los políticos arriarán sus banderas de lucha por la hegemonía partidaria, antes bien han optado por aliarse con las fuerzas políticas regionales, que tendrán que hilar fino para no ser despojados de su hegemonía regional, dado a que ninguna de las instituciones políticas locales o regionales, son partidos, sino agrupaciones, nacidas al calor de la urgencia en encontrar soluciones a los miles de problemas de que adolecen las provincias y regiones del país.
Pero aquí sale a relucir una verdad que nadie quiere decir, esto es, la carencia de partidos políticos nacionales en los cuales depositar la confianza ciudadana. Llegamos a tal conclusión previa consulta con políticos de vieja data, que con sus opiniones nos aclaran el panorama actual señalándonos que en el Perú en estos momentos sólo se puede hablar de tres partidos políticos reales, y de éstos sólo uno cumpliendo las reglas que rigen para que una institución política pueda ser llamado partido a nivel nacional.
Ubicándonos en tal dimensión tenemos que aceptar que por ahora será la decisión regional la que predomine en el próximo trance electoral, pero hay que preguntarse hasta dónde llegará tal decisión, si la mayoría de votos provienen de regiones que sólo conocen sus problema e ignoran la de las otras regiones, lo que no sucede si se trataría de partidos que agrupan considerables masas y conocen los más íntimos problemas nacionales, gracias a la presencia de comités partidarios diseminados en todos ámbitos del país.
De todo lo dicho se colude que quien gane las elecciones de abril, será visto como enemigo de tal o cual región a la cual no le liga ningún compromiso político ni partidario y allí comenzarán las protestas y reclamos que podrían evitarse si se diera una elección con participación plena de la ciudadanía conducida por sus líderes escogidos entre los ciudadanos notables de cada pueblo.
En realidad como dice Mirko Lauer, las alianzas del centralismo región tienen mucho de contradictorio, porque no hay en el país una estructura política que promueva la colaboración entre lo regional y lo central. El ganador de una región es heredero de muchos reclamos y de ninguna forma de influir en el Congreso, en el ejecutivo, y eso es letal, políticamente hablando.