El último mensaje a la nación, pronunciado ayer por el presidente Ollanta Humala en el Congreso de la República, no ha sido como mucha gente hubiera querido, comenzando por los limeños que sufren en carne propia las consecuencias de una total falta de seguridad con el incremento de acciones criminales en calles, comercios y domicilios.
Conocida la corrupción existente en la Policía Nacional, el país esperaba que el presidente aborde este tema tan delicado como espinoso, pero no lo hizo, explayándose sí en los logros conseguidos en los programas sociales de su gobierno y en lo alcanzado en los sectores de educación y salud.
Pero si de asistencialismo queremos hablar, Humala, arrancó aplausos a su portátil, cuando anunció una pensión para personas con discapacidad severa, lo que se espera sea puntual y que no se les alcance esta ayuda pasando dos o tres meses, gracias a las trabas que impone la burocracia.
En lo que se refiere a las esperanzas de la masa trabajadora, esta fue la más decepcionada, porque el mandatario de la Nación nunca pronunció ni media palabra sobre el aumento del sueldo mínimo vital, decisión que había quedado en el Ejecutivo, luego de la reunión sostenida con los trabajadores.
En lo más próximo a nosotros, el mensaje presidencial nos hizo ver la realidad sobre la construcción del nuevo barrio de Belén, que a toda costa quieren reubicar a pesar de la resistencia de miles de sus moradores que se resisten a dejar sus casas.
Ollanta Humala dijo que la reubicación recién se hará el próximo año, desdiciendo lo aseverado hace algunos días por la ministra Paola Bustamante, quien vino a asegurar que la obra del nuevo barrio de Belén se haría este año, lo que iba a beneficiar a más de dos mil familias, mejorando su calidad de vida.
En fin, no hay mayores esperanzas en días mejores. Al pueblo peruano tan solo le queda esperar las elecciones para tentar, esta vez, no equivocarse como tantas veces lo hizo al elegir a sus gobernantes.