Era una carta un poco extensa donde la inocencia de una niña pedía a Santa Rosita de Lima que sus padres no se separen, quería verlos abrazados, dándose besos, porque eran las personas a las que más amaba y confiaba en este mundo.
Casi temblorosa y cuidando que su mamá no leyera la carta lo pegó bien con goma artesanal hecha de almidón, allá por los inicios de los años 80. Así iban cayendo en el pozo centenares de cartas, en la Basílica de Santa Rosa de Lima, esperando los fieles el milagro solicitado.
Son muchas historias contadas por los fieles, unas tantas cumplidas y otras estuvieron esperando. Así es como la vida de Santa Rosa de Lima que motivó su santificación, trajeron consigo muchos fieles que traspasó la frontera del Perú, y podemos encontrar en lugares increíbles que llevan su nombre, como la catarata de Santa Rosa en un paraje turístico de la ciudad de Pereira, en Colombia, donde también hay aguas termales.
Es conocida y venerada a nivel mundial, la santa limeña católica, que todos los 30 de agosto se la recuerda, además, como a la Patrona de las Américas, Indias y Filipinas. La fe en ella y sus milagros se mantienen firmes a lo largo de los años.
Aunque en esta época el hecho de autolesionarse como una forma de entrega que limpia el alma, no encajaría porque sería considerado como una forma violenta de entender la fe cristiana. En fin, son contextos sociales que separa siglos de diferencia. En lo que sí todos los cristianos católicos deben coincidir es en el amor a Jesús. Y las cartas seguirán cayendo lentamente en el pozo del santuario de Rosa de Lima, llevándose esperanzas y nobles deseos.
Lo Último
El pozo milagroso
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