- ¿Golpe a la vista? Las uvas están verdes
Por: pedro.portocarrero@unapiquitos.edu.pe*
A poco de la inaugural gestión nacionalista (2012), en sugestivo mensaje a la tribuna política, más precisamente a la barra brava siempre atenta a la “reelección conyugal”, la primera dama atendió una inquietud periodística con señorío político; dijo más o menos: “ni sí ni no, todo lo contrario”. Con expresión sardónica afirmó “se acabaron las épocas de las leyes con nombre propio”. Un placebo asentido con cierto escepticismo por unos, en tanto otros con ánimo jocoso celebraban el fino humor que estrenaba Nadine. Era una voz fresca, juvenil, casi de quinceañera haciendo eco a los áulicos y cacasenos que le reventaban cuetes. Quemando etapas ensayaban una ucronía: «…las encuestas del momento (proyectados a febrero 2015) muestran un 87% de aprobación a Nadine. El pueblo está con nosotros o mejor dicho con ella. Sí, se percibe una emoción que raya con el paroxismo, que recuerda por su similitud a los “descamisados” de Evita -coincidencia o no, esposa de un militar presidente- ni más ni menos. Es impresionante ver a las masas marchar con pintura de guerra y vivar, voz en cuello, por calles y plazas: ¡Nadine presidenta, Nadine presidenta! La justicia tarda pero llega compatriotas, no hay mal que dure cien años… ¡Ah bruto, qué final eh! Así, con la moral rota, a la clase política no le queda sino aceptar la “reelección”…»
¿Qué pasó?
A menos de un año por concluir el mandato nacionalista, la prensa nacional presenta ante el país indicios razonables de corrupción perpetrados con cinismo y abstracción del decoro por parte del gobierno y los poderes fácticos ¿El botín como doctrina?
Para más de un opinólogo, el curso lógico de lo acontecido sugiere un “escape cosmético”: la militarada, una vez más, ocupando el propio Perú exprofeso golpe de Estado. El pueblo “pide”, cómo no, que el ejército patrulle las calles. Eso, eso. El por si acaso invocado sería el comprensible clamor del pueblo frente a la inseguridad ciudadana crecientemente crítica, la incapacidad del gobierno ante la gravedad de los hechos delictivos (granadas, misiles en colegios, parques, etc. etc.) y el cada vez más atractivo enrolamiento al sicariato como sustrato del miedo grande, por no decir terror, en la población.
La deuda externa, a fines del primer gobierno del arquitecto Belaúnde, era de US$800 millones. Tras un exitoso paro nacional, los “militares nacionalistas” del 68 optaron por el retorno a sus cuarteles. Superado el prolongado interregno constitucional, la deuda externa desbordaba la friolera de US$13,000 millones. El compromiso del sistema y de muchas generaciones de peruanos era evidente e irreparable. Mario Vargas Llosa, garante de este gobierno, inspirado en el acontecimiento histórico del “ochenio” dictatorial del general Manuel A. Odría, describe, en Conversación en la Catedral, la frustración de un pueblo entero a partir de un envilecimiento colectivo: ¿En qué momento se había jodido el Perú? Son huellas, cicatrices de las dictaduras. Prescindiendo del estigma montesinista, nuestras FF.AA. mantienen un pasivo delicado, espinoso. Su institucionalización debe ser fortalecida. Las uvas están verdes.
El oficialismo, remosqueándose permanentemente, sin autocrítica, asume que su descalabro es culpa del Apra y el fujimorismo. A propósito, Luis Bedoya Reyes, en la constituyente del 78 afirmó: “Se puede gobernar sin el Apra, se puede gobernar con el Apra, pero no se puede gobernar contra el Apra…” (Sic).
En comentario del almirante Gianpietri (El Comercio 04/08/2013): “el comandante Humala, aún no entiende la grandeza de ser presidente”.
El presidente Ollanta, y lo es de todos los peruanos, funcionalmente “renuncia” a tal condición cuando asume, como lo hace día a día, la defensa de su esposa. El dialogo propiciado por el Ejecutivo es un sintomático, alivia. La enfermedad es recurrente y de mal pronóstico. En opinión de otro cualquiera, el 2013 (Irapay, edición XXXVIII) escribí: ¿Golpe blanco a la vista?, de exacerbarse el cuadro clínico una medida heroica es adelantar las elecciones.
* Prof. UNAP





