- 204º Aniversario de Creación de la Marina de Guerra del Perú y 146º Aniversario del Combate Naval de Angamos
Por: Profesor Menotti Juan Yáñez Ramírez
“Tú, que tan generoso
con tu adversario fuiste –tal Cristo en el Calvario–
no permitas que nadie perturbe tu reposo,
si no se muestra digno de ti con su adversario”.
Impromtu
José Santos Chocano
25 de julio de 1934
No hay un solo año en que Miguel María Grau Seminario nos sorprenda con información de las diferentes aristas que lo componen y lo hacen grande. Sin embargo, en esta oportunidad, quisiera reflexionar sobre Grau como ser humano. Un hombre cuya vida no fue fácil: pocos podrían soportar tantas carencias materiales y espirituales y, aun así, conducirse con tanto coraje, valentía, honradez y humildad. En la construcción de la identidad nacional, los símbolos y las figuras epónimas desempeñan un papel fundamental. El caso de Miguel Grau Seminario, almirante de la Marina de Guerra del Perú, constituye uno de los más claros ejemplos de cómo un individuo puede trascender su tiempo y convertirse en referente moral, cívico y patriótico para una nación. Reconocido como el “Caballero de los Mares”, Grau no solo es recordado por sus hazañas durante la Guerra del Pacífico, sino también por los valores que encarnó: integridad, humanidad, liderazgo ético y amor a la patria. Este artículo pretende analizar el significado de su figura como epónimo nacional y su vigencia en el imaginario colectivo y en la formación de una tan necesaria ciudadanía responsable.
El término epónimo proviene del griego ep?nymos, que significa “dar nombre a”. En términos históricos y socioculturales, se utiliza para referirse a personas cuyo nombre ha sido adoptado por instituciones, espacios públicos o conmemoraciones como forma de homenaje y perpetuación de sus valores o legado. En el caso de Miguel Grau, su nombre ha sido conferido a colegios, avenidas, unidades militares, premios y buques de la Marina de Guerra. Pero este fenómeno no es meramente nominal: se trata de una construcción simbólica que apunta a consolidar ciertos ideales en la memoria histórica y en el comportamiento ciudadano.
Convertirse en epónimo implica más que ser un personaje célebre: requiere haber representado un conjunto de principios que el Estado y la sociedad consideran ejemplares. En este sentido, Miguel Grau no es recordado únicamente por su rol militar, sino por su conducta ética incluso en medio del conflicto armado. Su figura, por tanto, opera como una intensa “pedagogía moral” en la narrativa republicana peruana.
El momento más recordado de la trayectoria de Grau es, sin duda, su participación en la Guerra del Pacífico (1879-1884), en especial al mando del monitor Huáscar. Sin embargo, lo que elevó su figura al rango de héroe nacional no fue solo su pericia como marino, sino su humanidad en la guerra, rasgo que lo distinguió incluso entre sus adversarios.
Uno de los episodios más emblemáticos fue su gesto hacia la viuda del comandante chileno Arturo Prat, Carmela Carvajal Briones viuda de Prat a quien envió una carta de condolencias junto con objetos personales de su esposo caído en combate. Este acto, inusual en una época de enfrentamientos violentos y hostilidades, evidenció una visión del adversario no como enemigo absoluto, sino como ser humano digno de respeto. Tal comportamiento no solo honró a Grau, sino que marcó un precedente de ética en el ejercicio del poder militar.
Asimismo, su negativa a abandonar el Huáscar durante el combate de Angamos, aun sabiendo que enfrentaba una fuerza muy superior, evidencia su compromiso inquebrantable con el deber y con el país. Su muerte en combate lo convirtió en mártir, pero su vida fue lo que verdaderamente cimentó su leyenda.
En el contexto contemporáneo, marcado por la polarización política, la corrupción institucional y la pérdida de confianza en las autoridades, la figura de Miguel Grau adquiere una relevancia renovada. Su ejemplo plantea un modelo de liderazgo basado en valores, un modelo escaso, pero urgentemente necesario en la esfera pública y privada.
La presencia de su nombre en escuelas, plazas o unidades militares no debería ser asumida de manera superficial o meramente protocolar. Por el contrario, debe invitar a una reflexión profunda sobre los principios que debe encarnar un servidor público, un ciudadano o un profesional. Grau representa la posibilidad de ejercer el poder con ética, de servir sin egoísmo y de mantener la dignidad aun en los momentos más adversos.
En el ámbito educativo, su legado puede funcionar como punto de partida para debates sobre ciudadanía, deber cívico, ética profesional y construcción de identidad nacional. En este sentido, el epónimo Grau no solo pertenece al pasado, sino que interpela al presente y proyecta una visión para el futuro.
Miguel Grau Seminario no es solo una figura histórica, sino un símbolo nacional que resume los más altos valores de la peruanidad. Su condición de epónimo no se limita al homenaje, sino que implica una responsabilidad: la de mantener vivo su ejemplo en las instituciones, en la cultura y en la vida cotidiana. En tiempos de crisis y desencanto, recordar a Grau es volver a lo esencial: al valor del servicio, al respeto por el otro, al cumplimiento del deber y a la integridad moral.
Que su nombre no sea solamente el de una calle o una estatua, sino una guía constante en la formación de ciudadanos comprometidos con un Perú más justo, ético y solidario.
La Marina de Guerra del Perú que se funda en la aurora de la independencia hoy celebra su 204° aniversario, acogió a Grau como hijo suyo cuando este frisaba los 19 años y supo darle aquello que complementó su experiencia como marino marinero y empoderarlo desde temprana edad en el ejercicio del liderazgo, situación que se consolidó en las experiencias adquiridas y puestas en vigor en el fulgor del combate, extinguiéndose con él a bordo del Huáscar.
Hoy los hombres y mujeres sucesores de Grau se mecen al vaivén de las olas, preparándose constantemente para los retos de un mundo globalizado, donde la ciencia y la tecnología avanzan vertiginosamente, avizorando un futuro lleno de complejidades, pero con la formación recibida resalta su humanidad teniendo siempre en cuenta que Grau continúa “Sobre el puente del Huáscar sin par” detentando que ¡Mejor marinero jamás tuvo el mar!
Nuestra armada trabaja incesantemente en sus diferentes unidades para tenerlas listas para cuando el deber las llame en salvaguarda de nuestra soberanía, pero también están aptas para la paz y el servicio en todo el territorio nacional, contribuyendo al desarrollo económico y social del país.
En estas dos centurias y más la gloriosa Marina de Guerra del Perú, ha cumplido con la encomienda asignada, adaptándose al cambio con rapidez, comprendiendo los signos de los tiempos, viviendo con intensidad su día a día con yerros, virtudes, momentos emotivos: como la sonrisa de un niño cuando el marino tripulante de las PIAS lo asiste, siendo esa sonrisa el pago por el deber cumplido allende donde flamee la enseña de la patria.
Grau dejó una estela que hoy doscientos cuatro años después su gente la sigue, orgullosa de su pasado, atenta a su futuro oteando siempre el horizonte y consciente del presente para cumplir con su deber como lo hicieran hace ciento cuarenta y seis años los bravos del Huáscar.





