Hace muchos años que un estudioso del comportamiento de las sociedades y de las personas principalmente, respecto a cómo organizan los ingresos que reciben o que generan producto de alguna actividad productiva o emprendimiento, decía que no tenemos educación financiera.
Decía con preocupación y sorprendido, que la gente cree que todo lo que gana tiene que gastar y no discrimina en qué debe invertir su dinero. Inclusive los productores que se hacían de créditos, desperdiciaban la oportunidad y gastaban en lo que no era el objetivo del préstamo recibido.
Era una muestra clara de que no tenemos educación financiera y que esta debe motivarse con acciones concretas desde los primeros días del nacimiento. Otro caso que nos llamó la atención fue de mismas agrupaciones de acuicultores que todo el monto de lo vendido se repartían.
En este caso, a tiempo les llegó un asesoramiento gratuito que les enseñó a separar el monto para la próxima compra y alimentación de peces, otros gastos operativos, un porcentaje para reserva y lo restante llegaron a repartirse como ganancia.
Por eso somos parte de los convencidos de que la educación financiera, es una importante base para el desarrollo de las personas como individuo, como organizaciones, lo que repercutirá en el progreso de la sociedad.
Por eso nos parece muy importante que la jefa de la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), Socorro Heysen, anunció que buscan crear un sistema nacional de educación financiera, considerando que actualmente existen varios proveedores de esta materia como entidades estatales y empresas, que han ido aumentando y necesitan de esa cultura.
Aunque esta idea de Heysen, va más allá y se refiere a cautelar que las empresas supervisadas implementen adecuadas prácticas comerciales respetando los intereses y los derechos de los consumidores, esto claro en el marco de las funciones de la Superintendencia. Sin embargo, la idea se puede extender aun más y abarcar el currículo educativo básico para formar ciudadanos con cultura financiera.