La solución al problema de la minería ilegal pasa por varios temas, uno de ellos es la actividad económica que significa para los lugareños que se han involucrado en esta actividad, que tienen un “trabajo” que antes no había, o por lo menos no les da el pago que consiguen, que es bastante frente a vender sus productos de la chacra.
Otro tema es la falta de sensibilidad por la contaminación que vienen ocasionando al río, que otros moradores de las comunidades cercanas a las dragas lo tienen muy claro, que sin agua natural limpia no podrán vivir y realizar actividades de pesca porque estos empezarán a escasear, saben que el daño es mayor, aunque a simple explicación no parece, pero otras experiencias en la sierra y selva de Madre de Dios lo muestran así.
Los lugareños que se proyectan y comprenden las consecuencias graves a mediano plazo esperan que las autoridades actúen lo más pronto, como se analiza, no solamente es un asunto de eliminar las dragas en los ríos, sino desarticular las redes que la sostienen desde quienes lo estarían financiando, y la información que viene de las zonas de “boca en boca” es que son extranjeros, más acentuadamente colombianos, si los habitantes lo saben, cómo no lo va conocer la inteligencia policial y de las fuerzas armadas. ¡Qué pasa!
El tema sobre la economía enfocado desde la empleabilidad de los moradores, tiene solución si de una vez se plantea que los primeros en beneficiarse de los recursos de la naturaleza son quienes viven en la zona y la cuidan, o tienen que aprender a cuidarla. Experiencias hay, como los aguajeros que aprendieron a conservar la palmera que les da los frutos para comercializar, ahora no las cortan, como sabemos suben a cortar los racimos. Esto fue un proceso y se sensibilizó, ahora ellos mismo son los cuidadores más celosos de sus palmeras.
En esa línea está el permitirles con los permisos correspondientes y las reglas de conservación bien claras, para explotar otros productos naturales que actualmente solo está permitido a empresas que tienen capital fuerte, lo que un habitante comunal muy difícil logrará conseguir esos montos. Lo dijo bien claro el ex fiscal, abogado Carlos Castro, un título habilitante para la tala legal de madera cuesta un aproximado de 20 mil soles ¿De dónde un comunero?
Esto es parte de otras posibilidades de negocios verdes, que parten de la biodiversidad, que es el mercado de los indígenas y mestizos que se valen del bosque y del río de forma directa; pero que ahora deben agregar que también es el mercado para comercializar de forma sostenible. ¿Quién no va cuidar lo que le sirve para trabajar – comercializar bien y para alimentarse? A diferencia de los que no viven en las comunidades y solo saquean los recursos. Esto sí se puede desde cambios en las normativas legales.
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