Pocos países en el mundo, tienen como nosotros una historia política que permite al país parangonearse con las más adelantadas civilizaciones en cuanto a tratamiento y manejo político de sus respectivos estamentos públicos.
Como se sabe, el partido aprista peruano tiene una vigencia de larga data en el ámbito político del país y del exterior y tal vigencia mantenida a lo largo de casi cien años, es consecuencia de los caracteres de una estirpe, de los hechos e ideas que lo supieron enriquecer a través del tiempo, pese a que siempre fue repudiado por una casta gobernante que mantuvo siempre en vilo la espada de Damocles sobre la cabeza de dicha institución política, que ha sabido capear mil y un tormentas sobre su estructura, saliendo siempre ganador, pese a las fuerzas económicas que sutilmente disfrazadas como salvadoras de la patria, y una fuerza armada mimetizada como salvadora de la patria, valiéndose de la fuerza que dan el dinero y las armas, siempre trataron de eliminarla ubicándola en el destierro. Pero el pueblo obrero, el trabajador jornalero y la juventud rebelde de la patria, supieron, en algunos aún con el costo de su vida, mantener incólume la vigencia del único partido político existente en el país.
Ni la satanización contra su principal líder, ni la persecución sañuda de pseudos políticos y gobernantes de facto, han podido liquidar al partido que con conceptos positivos creara el patricio peruano Víctor Raúl haya de la Torre.
Sin embargo, pese a que el nombre del Perú ha sonado con tono propio en miles de foros y conferencias políticas internacionales, enarbolando el nombre del APRA, hoy aún se busca acabar con dicha institución, pero ya no a base de variantes políticas que señalen la extinción del partido por vetusto y presunto desface de la temática política actual en el país, sino por que los que presumen de políticos modernos, dada su mediocridad conceptual sobre lo que es o significa la política en un país democrático, recurren al chisme callejonero, a la diatriba atizadora de malevolencias y a la censurable práctica de estigmatizar a quienes lideran en estos momentos a dicha institución política, llegando inclusive a solicitar en el Congreso de la República el juzgamiento de sus secretarios generales, y el desafuero del presidente de la república por ser aprista.
Parecerá que estamos alineados con el partido gobernante, desde ya les decimos que nada más lejos de nuestra intención que ser apristas, lo que en realidad dibujamos en estas líneas, es el mal uso que se viene haciendo de la libertad de expresión, para con conceptos fútiles, cancelar por fin, lo que constituye el sueño dorado de una oposición que se debate en su mediocridad sin nombre, «desaparecer al APRA».