De gamitanas, sachavacas y elefantes, y algunos caracteres humanos

Por: José Álvarez Alonso.

«Mira el sui sui,» me dice el P. Pastor, que últimamente se ha vuelto muy perspicaz observando naturaleza, fuente de gran sabiduría, por cierto. «Tú les ves cómo se ponen en pareja, bien avenidos, a construir su nido, ambos padres buscan por aquí y por allá las pajitas, se esmeran en ir tejiendo, hasta acabar su lindo nido. Luego los dos se turnan tanto para incubar los huevos como para alimentar y cuidar a los pollitos. ¿Acaso se les ve poner los huevos en cualquier sitio antes de construir el nido? Nones. ¿Cómo es que hay hombres que se comportan peor que el sui sui, que tienen hijos sin haber preparado antes siquiera las condiciones mínimas para acomodarlos? Realmente me admira, con qué irresponsabilidad algunas parejas tienen hijos sin siquiera tener los mínimos medios para criarlos, sin casa, sin trabajo…»

«Ciertamente,» le digo entonces al P. Pastor, «en la Naturaleza hay animales y animales. Los más evolucionados, aquéllos que llamamos «superiores», que viven muchos años, tienen pocas crías, invierten mucha energía, tiempo y esfuerzos en cada cría que tienen, que depende de sus padres un largo periodo hasta que se independizan. Esos animales suelen adquirir en su vida muchos conocimientos importantes sobre su entorno, que transmiten de padres a hijos y les ayudan a sobrevivir. Entre estos animales destacan, por ejemplo, los elefantes, los delfines, y en nuestra selva, las sachavacas, los bufeos y las maquisapas, animales que forman estrechos vínculos familiares y desarrollan comportamientos que consideraríamos casi humanos, como ayuda mutua, solidaridad, hasta compasión y tristeza, a veces.

En televisión vemos a veces cómo se comporta un elefante frente a una cría muerta, o frente incluso al esqueleto de un elefante: parece que sienten como humanos. Estos animales sociales colaboran entre ellos, se defienden y ayudan mutuamente, con comportamientos a veces muy similares a los nuestros. El ser humano es el epítome de la evolución en esta línea, porque es la especie que más invierte en la crianza, cuidado y educación de sus hijos, recién alcanzan la fertilidad a los 13-15 años, y la madurez afectiva y la independencia de sus padres mucho más tarde. Según evolucionan las sociedades, la etapa educativa y de dependencia de los padres se prolonga, hasta los 25 o más años. El que le sigue al ser humano en cuidado de las crías es el elefante, cuyas crías alcanzan la madurez como a los 12-14 años.»

«En el extremo opuesto están los animales llamados «inferiores», comenzando con gusanos e insectos, hasta algunos vertebrados bien conocidos por nosotros, que tienen un comportamiento mucho más instintivo («animal»), no establecen estructuras sociales ni vínculos familiares entre ellos, no se ayudan entre sí, ni los padres cuidan a sus hijos más allá de depositar los huevos en algún lugar que les parece apropiado. Ahí tenemos, por ejemplo, a las gamitanas, a los boquichicos, a los sábalos y otros peces similares, que se reúnen en los mijanos en ciertos lugares donde hay cruce de las aguas blancas de un río con las aguas negras de alguna quebrada para liberar sus huevos. Ellos producen miles, a veces millones de huevos, para asegurar que alguno sobreviva hasta adulto y repita el ciclo, ya que quedan abandonados a su suerte. Las crías no reciben ningún cuidado ni aprenden nada de sus padres. Este comportamiento es típico de especies menos evolucionadas, en las que el vínculo entre padres e hijos se reduce a la transmisión de los genes, pero no hay conocimientos ni habilidades transmitidos de padres a hijos.»

«Es bueno saber algo de biología», me dice el P. Pastor. «Ya veo que algunos hombres se comportan más como animales inferiores, porque andan teniendo hijos por ahí sin planificación ni compromiso alguno, dejándolos regados como si de gamitanas o boquiquicos se tratase. Felizmente que las madres loretanas siempre ponen el pecho y sacan a sus hijos adelante -aunque sea solas-. Claro que en condiciones muchas veces de miseria y falta de oportunidades, lo que les cierra a sus hijos muchas puertas en su desarrollo futuro.»

«Ciertamente,» le contesto al Padre, «pero hay algo que falla en la planificación familiar de muchos amazónicos, aún en familias bien constituidas: durante la mayor parte de la historia humana, la mortalidad infantil era muy alta, apenas uno de cada tres niños en promedio llegaba a adulto. Si a eso añadimos las bajas sufridas por guerras y otros problemas, se explica por qué la población humana del Planeta permaneció casi estable por miles de años. La especie humana ha evolucionado para tener muchos hijos para compensar estas pérdidas. Con el avance de la medicina, de la nutrición y salubridad, y la disminución de las guerras, la mortalidad ha disminuido drásticamente y la población se ha disparado, con todos los problemas que esto trae de agotamiento de recursos, contaminación, etc. En la mayoría de las sociedades los índices de natalidad bajan al ritmo que crece el nivel educativo y la prosperidad económica, aunque a veces se producen desajustes.

En la Amazonía es bien notorio este que llamaríamos ‘desajuste adaptativo’. Actualmente algunas familias loretanas siguen teniendo hijos como si vivieran en una comunidad rural, donde los hijos son un seguro de vejez y no cuesta criarlos, porque hay comida en abundancia, y desde bien chiquitos apoyan a los padres en las tareas diarias. Pero en la ciudad es diferente: criar hijos es muy caro, y si se los quiere alimentar y dar educación superior para que sean profesionales y ayuden en el futuro a sus padres, mucho más. Cuando tienen muchos hijos y no los alimentan ni educan debidamente, el vínculo entre padres e hijos es muy débil, y los hijos se desentienden con frecuencia de atender a sus padres en la vejez. Por eso, el excesivo número de hijos se convierte a veces en una tremenda carga familiar y social, porque con las condiciones de miseria material y moral que priman en algunas zonas marginales, los hijos crecen en condiciones deplorables, replican el ciclo de pobreza y marginación de sus padres, y se involucran frecuentemente en actividades ilegales o diversos vicios.»

«Efectivamente,» termina el P. Pastor, «conozco de muchos casos en que los hijos se han desentendido de cuidar y apoyar a sus padres ancianos, porque quizás en su niñez éstos nos los atendieron debidamente. Especialmente conozco muchísimos casos de hombres que se despreocuparon de sus hijos en su juventud por andar tras una mujer y otra, y al final mueren como perros, abandonados por todos. Sin embargo, cuando los padres han sido dedicados, y se han sacrificado por dar una buena crianza y educación a sus hijos, cómo se nota que éstos se desviven por atenderlos…»

2 comentarios en “De gamitanas, sachavacas y elefantes, y algunos caracteres humanos

  1. Interesante artículo, faltó la conclusión: La iglesia católica apoya la paternidad responsable y la planificación familiar. Entonces, ¿Cuáles son los métodos anticonceptivos (lèase anovulatorios, de barrera mecánica-química, o de ritmo) apoya o promueve?.

  2. Hola a todos! Me parece sumamente importante el comentario, sin embargo, la frase: «porque hay comida en abundancia», al hacer referencia a las poblaciones rurales es por decir lo menos inexacta, me parece que este articulo fue escrito en otras épocas, solo revisemos las cifras de pobreza del INEI. La abundancia se encuentra en aquellos que tienen trabajo y ganan en dólares.
    Gracias

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