Ya no sabemos si reír, llorar o gritar. Y es que desde que tenemos uso de razón periodística, hemos visto experiencias constructivas que no se deben repetir, pero se siguen dando. Es como para emular a un cómico latinoamericano cuando en las series de su programa usaba como muletilla para referir los tremendismos: «Cosa más grande, chico».
Justamente es tremendo lo que sigue pasando con las construcciones de fierro y cemento en las comunidades rurales de nuestra región. Lo peor de todo es que no solamente afecta los presupuestos públicos, sino la autoestima de quienes decimos defender y que en campaña política los ponemos como símbolo de la «lucha», y que son los niños.
Y va más allá, es un atropello a la inteligencia humana. Nos estamos refiriendo a la construcción de escuelas, postas médicas y otras edificaciones que se hace con dinero público sin ningún criterio de armonía con el tipo de suelos y el comportamiento de las aguas de los ríos.
Cómo es posible que se sigan construyendo colegios al nivel del suelo en poblados donde se inundan de 80 centímetros en creciente normal y de un metro para arriba, en creciente grande. Totalmente fuera de contexto.
Hasta la mente de un niño o de un adolescente se puede dar cuenta del grave error, o es que será a propósito como nos decía un morador ribereño dentro de sus limitaciones académicas, pero con una gran inteligencia, «eso hacen para que pueda haber sobrita, así para que llene su coto el alcalde».
¿Qué otra razón habría? No encontramos mayor respuesta en nuestro razonamiento que la lógica que nos enrostra el morador. Y sentimos vergüenza ajena, porque es de suponer que los que han recibido una mayor instrucción académica son las personas que deben conducir con idoneidad los destinos de los pueblos.
Es una parte en realidad, porque en la otra orilla está el tema de valores. Y esto es otro tema amplio donde de alguna u otra forma todos estamos involucrados, en mínima, moderada o mayor medida. Ya nos autoanalizaremos en algún momento; pero, mientras tanto, qué hacemos con tanta decisión errática, por decir lo menos, en las construcciones específicas de colegios en zonas inundables.
Hemos visto hasta un comedor para niños en zona inundable al nivel del suelo. Así como construcciones de concreto cerca a la orilla en zonas de desbarrancamiento por la erosión del río. Cuántos miles de soles se van al río. Será que nuestras leyes y normativas no observan estos detalles al momento de aprobar un expediente técnico? Es el primer filtro y quedamos con la tarea de averiguarlo.