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Coraje

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Por: José Álvarez Alonso

Podríamos decir que de coraje están escritas las páginas más gloriosas de la Historia, y no sólo las militares. Porque los hombres con coraje son los que han impulsado cambios duraderos en las sociedades humanas, han inspirado a generaciones, y han hecho posible el progreso de la Humanidad. No es el caso de los conformistas, pasivos y anodinos que siguen la corriente y no arriesgan nada, cuyo recuerdo se lo lleva el viento como una hojarasca inservible. Hombres de coraje fueron los líderes más respetados de la historia moderna, que han impulsado los cambios de los que disfruta la humanidad, desde Gandhi y Luther King, hasta Mandela o la Madre Teresa de Calcuta; hombres de coraje han sido también algunos de los más destacados peruanos, desde héroes militares como Grau y Cáceres, hasta rebeldes como Tupac Amaru y los generales libertadores, poetas como Vallejo y políticos como Haya de la Torre.

Ojo, coraje no es sinónimo de agresividad o violencia, ni está asociado exclusivamente con el campo miliar: ahí están para demostrarlo los paladines de la no violencia, Gandhi y Luther King; el coraje puede y debe manifestarse en cualquier trabajo o responsabilidad, hasta el aparentemente más insignificante.

El «coraje» es definido por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española como «impetuosa decisión y esfuerzo del ánimo, valor». Implica, por tanto, no  necesariamente violencia, pero sí ímpetu, decisión, esfuerzo y valor. Es obvio que no se necesita precisamente coraje para muchas tareas cotidianas (decidir un menú o rellenar un formulario), pero sí definitivamente se necesita coraje, y mucho, para enfrentar los problemas y retos de la vida, y necesitan coraje -especialmente- las autoridades, para acometer las tareas y solucionar los retos de la sociedad.

Lamentablemente, el coraje es una virtud sumamente escasa en nuestro medio político. Porque por falta de coraje en autoridades políticas, judiciales, y policiales estamos como estamos. Estamos o hemos estado, salvo honrosísimas excepciones, dominados por anodinos pusilánimes que se sientan en sus puestos a calentar la silla hasta que cae su sueldo, sin enfrentar ‘con ímpetu, decisión, esfuerzo y valor’, como espera la ciudadanía, los graves problemas que aquejan a nuestra sociedad y frenan su desarrollo.

Porque coraje, decisión y valentía es lo que falta en el Palacio de Justicia y el Ministerio Público para castigar ejemplarmente a políticos corruptos y otros delincuentes públicos, y defender la legalidad y la seguridad ciudadana que crean el ambiente necesario para la inversión, el ahorro y la prosperidad; coraje, decisión y esfuerzo han faltado en la Municipalidad de Maynas para enfrentar el gravísimo problema de la creciente inseguridad ciudadana y del caos vehicular, que han convertido a esta otrora pacífica ciudad en un creciente infierno tropical, que ahuyenta a los turistas y tortura a sus habitantes; coraje y decisión es lo que falta en la Policía Nacional para detener a tantos delincuentes públicos, desde invasores de propiedades privadas hasta narcotraficantes, violadores, estafadores y asaltantes al paso; y también, cómo no, para acabar con las ostentosas exhibiciones de impunidad de gentes -es un decir- que circulan a toda hora por la ciudad torturando y poniendo en riesgo la salud de los ciudadanos, violando normas de tránsito y límites de velocidad y de ruido permisibles y soportables.

No puedo citar todas las faltas de coraje de quienes ostentan responsabilidades o puestos públicos, llenaría el periódico. Pero sí puedo citar la excepción que confirma la regla, pues en mis casi tres décadas de ciudadano de Iquitos conocí a dos alcaldes corajudos -al menos en una de sus acciones-: a Joaquín Abensur, quien reubicó a los ambulantes de varias calles (incluyendo los de la San Martín) en el hoy Centro Comercial Sachachorro, y a Iván Vásquez, que consiguió hacer lo propio con los ambulantes que se habían posesionado de varias cuadras de la calle Abtao, Arica y aledañas. Sin esas enérgicas e impopulares -en su momento- medidas el centro de Iquitos hubiese sido asaltado y ocupado hasta hoy por los ambulantes. Ambos fueron luego premiados por el favor y el agradecimiento de la población: se enfrentaron con un grupo, pero favorecieron a la mayoría.

Igual coraje y energía hubiésemos querido para desalojar a quienes ocupan desordenada e impropiamente otras zonas de la ciudad, desde terrenos privados hasta las zonas inundables de la periferia, pasando por quienes han invadido el frente de los malecones Maldonado y Tarapacá. Y similar coraje hubiésemos querido para sacar de las calles a tantos conductores indeseables, mashacuris, borrachos, fumones y asaltantes disfrazados de motocarristas y, por descontado, violadores de las normas de tránsito y ruidosos. Esperemos que sea otro alcalde corajudo quien devuelva a Iquitos el orden y la tranquilidad que un día tuvo.

Si todavía existen simpatizantes del decenio dictatorial fujimorista es porque añoran su autoridad, su firmeza y su decisión a la hora de hacer cumplir las leyes -ciertas, al menos-. Sus méritos no justifican sus delitos, pero después de varios gobiernos pusilánimes recién mucha gente vio resucitar en el Perú el principio de autoridad, hoy caballito de batalla, precisamente, de la hija del ex mandatario.

La nueva gestión municipal va a comenzar con buenos augurios. Si de algo no peca el electo alcalde es de anodino, pasivo y dejado. Rebosa entusiasmo, pasión y  -crucemos los dedos y soñemos- decisión y coraje para enfrentar el caos y la inseguridad en esta ciudad. Esperemos que esas energías no sean despilfarradas en pelear contra molinos de viento, y Don Charles las oriente, más bien, a restaurar en Iquitos el principio de autoridad, ordenando la ciudad, y creando las condiciones para la inversión privada. Acciones aparentemente impopulares en ciertos sectores menores, como el ordenamiento del tránsito, pueden traer un enorme beneficio para la mayoría de los ciudadanos. Y no me cabe ninguna duda que la inmensa mayoría de la ciudadanía sabrá agradecerlo.

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1 COMENTARIO

  1. CUANDO EL AUTOR DE LA NOTA HABLA DE LOS ALCALDES CORAJUDOS, SE OLVIDA DEL QUE QUIZÁ MOSTRÓ MÁS CORAJE QUE CUALQUIERA DE LOS QUE PASARON POR EL SILLÓN EDIL: RONY VALERA SUÁREZ QUE, COMO LOS JÓVENES Y ADULTOS DE ESE TIEMPO RECORDAMOS (1982/84, FUE EL QUE AÚN CONTRA EL GOBIERNO DE SU PROPIO PARTIDO, LUCHÓ CON EL PUEBLO PARA CONQUISTAR EL CANON PETROLERO DEL QUE AHORA GOZAN TODAS LAS MUNICIPALIDADES DE LA REGIÓN LORETO.

    ME PERMITO INVITAR A JOSÉ ALVAREZ, REVISAR ESTA EPOPEYA NO CONTADA POR LOS DETRACTORES QUE SEGURAMENTE ESPERAN LA MUERTE DEL PROTAGONISTA PRINCIPAL PARA RECIÉN HABLAR BIEN DE ÉL Y DE SU GESTA. AL CÉSAR LO QUE ES DEL CÉSAR.

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